Una de las metáforas más conocidas y no siempre comprendidas de la teoría económica del pasado es la de la "mano invisible" enunciada por el filósofo moral Adam Smith a finales del siglo XVIII. Detrás de esa idea está lo que después denominaría Hayek "orden espontáneo". Smith creía que cuando se respeta el "sistema de libertad natural", es decir, los instintos naturales que llevan al ser humano a luchar por su supervivencia y la de los suyos (el propio interés) y a intercambiar, entonces los objetivos de la comunidad y los del individuo se armonizarían. Así, buscando cada cual su propio interés, se alcanzarían también los fines sociales, como si una mano invisible actuara. Este ajuste espontáneo ha sido malinterpretado por economistas y políticos con muy buenas intenciones. Y, sin embargo, su opción, la de fijar y planificar desde arriba la consecución de los fines sociales como si no estuvieran alineados con los fines individuales, ha conducido nuestras sociedades: la tiranía de la mano mutante del Estado.
¿Por qué ha de mutar la Mano Visible?
Si, siguiendo respetuosamente los pasos del maestro escocés, consideramos que los intereses públicos y privados han de ser armonizados de manera activa por una instancia estatal, y simultáneamente analizamos qué hace desde su origen esta "mano visible" confrontada al orden espontáneo de los mercados, observaremos un sorprendente proceso. La intervención estatal sobre las decisiones empresariales, han cambiado en fondo y forma, de ahí el apelativo de "mano mutante".
Si en un principio el Estado era el encargado de asegurar que las normas del juego del mercado se respetaban, poco a poco se atribuyó la misión de diseñar esas reglas para que fueran justas. Y, en relativamente poco tiempo, si hablamos en términos de tiempo histórico, esa mano visible es la que decide qué significa regla justa, beneficio justo, actividad legal y legítima, etc. primando siempre una interpretación concreta de los términos "legal", "legítimo" o justo". En otras palabras, favoreciendo con sus decisiones a aquellos grupos de presión (incluidos determinados empresarios) que aseguran el engorde del mismo Estado y la permanencia en escaños y sillones presidenciales de los políticos del gobierno y de las demás instituciones que componen dicha estructura estatal (jueces, funcionarios, etc.).
Ningún miembro serio de la oposición estará interesado en desmontar la trama porque cuentan con llegar al poder más pronto que tarde, y los partidos bisagra harán lo necesario para lograr sus objetivos localistas y saciar la sed de Estado de los incautos votantes.
En esta situación, dado que los favores se financian con dinero del contribuyente, los gestores políticos han de reinventar la actividad de esa mano visible que no hace otra cosa más que fijar normas para que todos paguemos más impuestos y poder seguir comprando el poder. Y, por esa razón, los mismo que baja un impuesto, suben un parámetro de otro sin que te des cuenta y al final te toca pagar más.
Los grilletes de la egoísta Mano Invisible
Pero la mejor estrategia de quienes activan por control remoto a golpe de ley esa Mano Visible Mutante es la intelectual. Han convencido a aquellos cuyos intereses particulares llevan a una mayor prosperidad de todos, y también a aquellos que disfrutaban de esa mayor prosperidad, de que si no hay una mente superior, al estilo del Mago de Oz, que, primero, fije los objetivos individuales y, segundo, decida el camino que ha de seguirse para conseguirlos, el mundo sería un caos en el que reinaría el mal, el egoísmo (tan propio del individuo) y la gente moriría por las calles, con excepción de los tres capitalistas recalcitrantes e imbatibles.
Por el contrario, lo que nos cuenta la realidad es otra cosa bien distinta. Y un buen ejemplo de ello es la política anti empresarial del Gobierno socialista de derechas de Mariano Rajoy. Desde que subió al poder, los pequeños empresarios y autónomos, savia de la economía real española, han comenzado la dolorosa subida al Gólgota donde, al parecer, han de ser crucificados hasta que se vayan del país a cualquier otro lugar.
La semana pasada se anunció la "regulación" (comillas adrede) de la financiación mediante microcréditos, o donaciones voluntarias de pequeñas cantidades a proyectos específicos. Quien inventó esa idea y la puso en práctica, siguiendo su propio interés (porque no salió de la cabeza de ningún San Francisco de Asís) benefició a muchos parados decididos a hacer algo, a muchos pequeños empresarios con ideas buenas, tan buenas como para que cualquiera estuviera dispuesto a apostar por ellas. Así saltarían por encima de las restricciones financieras de los bancos. Eso es, en esencia, la mano invisible de Smith.
Por supuesto no pasó mucho tiempo antes de que nuestra mano visible, en su mutación de "salvador tuyo por tu propio bien" apareciera en escena y destrozara, vía ley de "protección" al empresario, esa posibilidad.
¿No se sienten más seguros ahora que nos protegen hasta estrangularnos?