Skip to content

La Navidad, la Familia y el estado

Publicado en Libertad Digital

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Estos días hemos recibido la noticia de un terrible caso de maltrato de padres a hijos en la ciudad de Sheffield. Cinco niños con edades comprendidas entre uno y siete años fueron abandonados por sus padres en una habitación. Mientras los niños se ayudaban para sobrevivir entre sus propios excrementos sus padres bebían alcohol y jugaban con la Play Station. Este estado de cosas se convirtió en un depravado ritual que empeoraba día tras día. Afortunadamente la hija mayor logró convencer a la madre para que llamase a una ambulancia cuando su hermano de poco más de un año dejó de moverse. Gracias a esa noble acción y a la rapidez de los servicios de emergencia el bebé salvó su vida.

Ya hay quienes han alertado acerca de la necesidad de incrementar las dotaciones de unos servicios sociales que, a pesar de visitar con frecuencia a la familia, no fueron capaces de percatarse del trágico maltrato. Se equivocan. Es precisamente la maraña de ayudas sociales la que destruye los lazos familiares capaces de poner freno a este tipo de sucesos y los sustituye por unos incentivos perversos que son el caldo de cultivo de desgraciados casos como este. Me explico. En el Reino Unido, como en otros países de la “Europa del Malestar”, cuando una adolescente se queda embarazada recibe una ayuda mensual del estado. Algo así como un premio a la conducta ejemplar y un incentivo a tener hijos lo antes posible. No importa si la familia trataba de convencerle de que esperase algún tiempo, papá estado corre con los gastos. ¡Sigan jugando! Hay premios seguros todavía más espectaculares. En efecto, quedarse embarazada siendo menor de edad también da derecho al gran premio de una vivienda de protección oficial. Al precio que están los pisos en Inglaterra no es de extrañar que más de una adolescente que tenga una bronca con sus padres o simplemente quiera independizarse, decida tener hijos.

En este marco, la madre de estos niños tuvo a los cinco críos entre los 16 y los 24 años. Vivió en una vivienda de protección oficial hasta que se trasladaron a una celda, también estatal. Más de cincuenta trabajadores sociales les visitaron en aquella casa de los horrores de Sheffield y ahora serán psicólogos a sueldo del estado quienes visiten a los niños en sus respectivas casas de adopción y a los padres en los centros penitenciarios. Aquellos no eran capaces de ver los problemas angustiosos de la familia porque el propio concepto de familia les es extraño. Sólo ven ciudadanos más o menos cercanos a estereotipo estatal de buena conducta. Y el resto de la familia no me inmiscuiría porque el intervencionismo estatal en materia social se ha encargado de diluir las relaciones y los compromisos entre miembros.

Son todas esas ayudas junto con las diversas trabas a formar una familia las que hay que eliminar. Hay que procurar que la familia vuelva a ser una institución que evolucione libremente lejos de la corrupción que suponen los favores y los impedimentos estatales. En ningún caso hay que potenciar los causantes del mal, que no es otro que el estatismo en el ámbito familiar. Resulta curioso examinar que si Jesús naciera en la Europa de principios del siglo XXI, tendría muchos puntos para ser apartado de María por un leal trabajador social del estado. Eso sí, María y José accedería a una vivienda de protección estatal y Jesús viviría en una familia de adopción con buenos contactos políticos como la de Herodes.

Más artículos