Leí en El Ideal de Granada que el presidente de la Asociación Provincial de Hospedaje, Gerardo Castilla, pidió a la Junta de Andalucía y al Ayuntamiento una "clara moratoria" en la construcción de plazas hoteleras ante la falta de rentabilidad a la que se enfrentan gran parte de los establecimientos ya existentes. "En Granada no cabe ni un hotel más, sobran hoteles", sentenció.
La prueba irrefutable que presentó el señor Castilla fue la ocupación media de los hoteles granadinos: el 55 %. Es decir: "Casi sobran la mitad de los hoteles"; con lo cual "lo que tenemos que hacer es rentabilizar las que tenemos, no abrir más plazas hoteleras".
Vemos aquí un diagnóstico disparatado y una receta inquietante. Un poco de reflexión basta para comprender que nadie puede decidir cuántos hoteles caben en Granada, porque esa es una decisión que toman los visitantes que acuden a esa bellísima ciudad. Pero lo que es un completo despropósito es afirmar que los que caben son ¡los que ya están!
En efecto, esa decisión también compete a los clientes. En caso contrario los empresarios existentes podrían hacer lo que les viniese en gana en términos de oferta, calidad y precio. Esa situación de falta de competencia promovería la explotación de los turistas. En cambio, la competencia es lo que permite garantizarles una oferta múltiple y accesible. Esa competencia tendría como resultado que los hoteles malos y caros desaparecerían o serían adquiridos por nuevos empresarios menos dispuestos a maltratar a los visitantes.
El diagnóstico, por tanto, es un dislate: no puede seriamente afirmarse que los hoteles de Granada tienen que ser los que ya están, ni uno más, ni uno menos.
Pero la receta de don Gerardo Castillo, además, es inquietante: reclama que el poder político y legislativo impida la apertura de más establecimientos hoteleros. Obviamente, tampoco las autoridades pueden saber cuántos hoteles caben en Granada. Ahora bien, lo que sí tienen los políticos, por desgracia, es la capacidad de impedir que se abran otros, y lo malo es que, presionados por los que ya están, vayan y, en contra del interés general, lo hagan.