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La Segunda Gran Depresión

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Pese a todo, incluso en este punto soy pesimista puesto que, hasta el momento, y tras años de negociaciones y acuerdos fallidos, los distintos gobiernos han mantenido en vigor los numerosos obstáculos fiscales y administrativos a la llegada de productos foráneos, en un intento reiterado por proteger a determinados sectores nacionales de la competencia exterior. La Política Agraria Común (PAC) que impera en el falso oasis de libertad económica de la UE es un buen ejemplo de ello.

Además, el último movimiento anunciado en este ámbito por el presidente francés y actual mandatario europeo, Nicolas Sarkozy, no deja demasiado espacio al optimismo, por no decir ninguno. Y si esto ha sido lo mejor de la cumbre prepárense, pues, para lo peor. La simbólica declaración de intenciones acordada por los líderes del planeta deja entrever algunas de las políticas que, de forma coordinada, tratarán de ser implementadas a partir de ahora con el objetivo de sacarnos del profundo agujero en el que estas mismas instituciones (bancos centrales, organismos reguladores y Estados) nos han metido.

En primer lugar, una supervisión global de las instituciones financieras. De este modo, los Gobiernos no ocultan su intención de crear un nuevo supra y super organismo burocrático (cientos o miles de nuevos funcionarios a cargo de los contribuyentes) con el fin de regular y controlar la actividad de la gran banca internacional. Imagínense una especie de Comisión Nacional del Mercado de Valores e, incluso, un refundado Banco Central, sólo que de un tamaño 10, 20 ó 100 veces superior al que opera en España, a nivel mundial y con más poderes y competencias interventoras.

¿Pero no habíamos quedado (según reconoce el propio G-20 en su declaración) en que los actuales mecanismos de supervisión, a cargo de las entidades estatales y organismos reguladores centrales, habían fallado? De hecho, las propias agencias de calificación (rating), ahora tan denostadas y criticadas por todos, operaban en Estados Unidos, en régimen de oligopolio, bajo el beneplácito de la todopoderosa SEC (Comisión de Valores de EEUU).

El segundo punto es, si cabe, aún más preocupante. Tras la cumbre, los Gobiernos apostarán por impulsar planes de estímulo fiscal. Tales medidas, destinadas a impulsar una demanda que languidece por momentos, únicamente se podrá materializar de dos formas posibles: rebajas de impuestos o expansión del gasto público. ¿Problemas? Varios. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial se han deshecho en alabanzas a la reciente inyección de dinero público aprobada por el Gobierno de China (unos 600.000 millones de dólares).

Mal vamos si nuestros respectivos Gobiernos pretenden salvar la economía tomando como ejemplo uno de los regímenes más sanguinarios e intervencionistas de la historia de la humanidad, pese a los tímidos avances hacia el libre mercado puestos en marcha por Beijing a lo largo de los últimos años. En este sentido, el macroplan chino se asemeja en algunos aspectos al New Deal de los años 30 en EEUU, ya que pretende invertir cantidades ingentes de dinero en la construcción de grandes proyectos de infraestructuras y obras públicas para estimular su economía.

Cabe recordar que durante la Gran Depresión, la Administración estadounidense llegó a pagar un salario a miles de desempleados por cavar agujeros en el suelo para después volverlos a tapar. Una ocupación evidentemente productiva, como todos ustedes observarán. Pese a todo, estoy convencido de que algunos Estados, aunque no el español, apostarán por reducir impuestos. En este sentido, bienvenidas sean las rebajas fiscales, ya que lo fundamental para salir de la crisis es, sin duda, fomentar el ahorro y liberalizar al completo la economía, junto con una profunda reforma del sistema bancario (aunque ésta es otra cuestión).

Sin embargo, de poco o nada servirá aplicar recortes tributarios si, por otro lado, se sigue incrementando de forma exponencial el gasto público. De ahí, precisamente, que los rescates gubernamentales de determinados sectores no sólo serán contraproducentes sino mortales de necesidad para el conjunto de la economía. Por ello, no sólo es preciso bajar impuestos, sino que también habrá que reducir drásticamente el gasto público para paliar la situación y salir cuanto antes del atolladero.

Por último, aunque no menos importante, el G-20 parece dispuesto a continuar con su estrategia de bajada de tipos de interés de forma arbitraria con el fin de reactivar el crédito y reducir el coste de la financiación. Por desgracia, de nada ha servido hasta ahora, y menos aún servirá en el futuro para frenar la debacle. Tan sólo agravará los problemas a corto y medio plazo: tras más de 10 años, la crisis económica persiste en Japón pese a mantener el interés próximo al 0%.

De hecho, ésta es la situación a la que se verá abocada Estados Unidos, sólo que mucho peor, en caso de que insista en la política desarrollada hasta el momento. Para terminar, tan sólo añadir dos anotaciones. El Gobierno nunca podrá salvar a la economía, y menos aún sustituirla tal y como pretenden algunos. Y es que, la expansión del crédito (culpable de la actual situación), tal y como advirtió Mises, tarde o temprano pasa su dramática factura en forma de recesión, contracción monetaria y, en el peor de los casos, una profunda depresión económica de consecuencias insospechadas. Insisto, ¿Segunda Gran Depresión? De seguir así, no lo descarten.

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