Skip to content

La Seguridad Social no pincha por la precarización laboral

Publicado en El Confidencial

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Cuando analizamos la evolución de los ingresos por cotizaciones sociales, no solo estamos incluyendo las aportaciones de los trabajadores y autónomos, sino también de los parados con prestación.

El año 2016 terminó con el mayor incremento de afiliados a la Seguridad Social de la última década: a finales de año, el número de cotizantes se había incrementado en más de medio millón de personas, alcanzando su marca más elevada desde octubre de 2009.

El dato es tan evidentemente positivo que, desde hace ya algún tiempo, quienes tratan de medrar políticamente sobre los escombros de la crisis han virado de estrategia: el argumento de los críticos ya no es que el paro se mantenga estancado en niveles disparatadamente elevados, sino que el empleo que se está creando es de pésima calidad.

Y es verdad, la economía española genera una cantidad desproporcionadamente alta de puestos de trabajo temporales debido a nuestra liberticida legislación laboral: pero incluso reconociendo esta anomalía —que debería ser corregida mediante una decidida liberalización del mercado de trabajo—, lo cierto es que también resulta bastante habitual exagerar el grado de precariedad del nuevo empleo que se está creando.

Por ejemplo, uno de los argumentos preferidos por quienes pretenden demostrar que todo el empleo generado durante los últimos años es basuriento consiste en remitirse a los ingresos de la Seguridad Social. Según se nos dice, ahora mismo hay más afiliados a la Seguridad Social que en 2011, 2010 o parte de 2009, pero, en cambio, la recaudación por cotizaciones sociales es más baja que en cualquiera de esos ejercicios. ¿La razón? Que los puestos de trabajo que han aparecido durante los últimos están muy mal pagados y son a tiempo parcial. Menor remuneración y menores horas de trabajo se traducen en menores cotizaciones sociales, lo que a su vez pone en riesgo la sostenibilidad de las pensiones públicas.

El argumento suena verosímil porque, en efecto, los ingresos totales por cotizaciones sociales se ubicaron entre enero y noviembre de 2016 (último dato disponible) en 94.833 millones de euros. En cambio, entre enero y noviembre de 2011 (con 619.000 afiliados menos a la Seguridad Social), los ingresos fueron 95.120 millones de euros; en ese mismo periodo de 2010 (con 265.000 afiliados menos que ahora), las cotizaciones ascendieron a 96.382 millones de euros, y en 2009 (con 46.000 afiliados menos que ahora), alcanzaron los 97.337 millones. Más afiliados pero menos recaudación: la precariedad suena como la explicación más probable.

Pero la hipótesis no es correcta, pues estamos comparando series homogéneas. Cuando hablamos de la afiliación a la Seguridad Social, nos estamos refiriendo a la afiliación de personas con empleo: así, a 31 de diciembre de 2016, había 17.741.897 afiliados a la Seguridad Social que contaban con una ocupación. Sin embargo, los parados con prestación de desempleo también están afiliados a la Seguridad Social, pues el Gobierno central cotiza en su nombre. En otras palabras, cuando analizamos la evolución de los ingresos por cotizaciones sociales, no solo estamos incluyendo las aportaciones de los trabajadores y autónomos, sino también de los parados con prestación. Y sucede que el número de desempleados afiliados a la Seguridad Social es muy inferior en 2016 a la cifra de 2009, 2010 o 2011.

En concreto, en 2009 el número de afiliados a la Seguridad Social que se hallaban desempleados era de 2,87 millones de personas; en 2010, de 2,85 millones; en 2011, de 2,77 millones, y en 2016, de 1,84 millones. Mientras la sangría laboral continuaba a plena potencia (2009-2012), la cifra de personas que percibían una prestación no disminuía (aunque algunas de ellas se agotaran, otras empezaban conforme nuevas personas engrosaban las filas del desempleo); cuando esa sangría se detuvo, la cifra de parados que cobraban prestaciones comenzó a reducirse paulatinamente. Por eso, a día de hoy, el número total de afiliados a la Seguridad Social (afiliados ocupados + afiliados parados) no se halla por debajo ni del nivel de 2009, ni del de 2010, ni del de 2011. Y como la afiliación total a la Seguridad Social no se halla en 2016 por encima de la alcanzada ni en 2009, ni 2010 ni 2011, tampoco los ingresos por cotizaciones sociales lo están.

Si, por el contrario, midiéramos únicamente los ingresos por cotizaciones sociales correspondientes a los afiliados con empleo, entonces comprobaríamos que en 2016 la Seguridad Social ya ingresó más que en 2009, 2010 o 2011.

En definitiva, en 2016 hubo menos afiliados totales a la Seguridad Social (trabajadores + parados) que en 2009, 2010 y 2011, y también hubo menos ingresos totales; en 2016, en cambio, hubo más afiliados con empleo que en 2009, 2010 y 2011, y también, por tanto, más ingresos derivados de cotizaciones de trabajadores. La supuesta precarización extrema de los nuevos empleos no tiene ninguna influencia relevante en este hecho.

Dejemos de falsear los datos de la Seguridad Social para, en primer lugar, exagerar acerca del empeoramiento de la calidad del empleo en España y, segundo, para ocultar los gravísimos problemas estructurales que padece nuestro sistema de pensiones público. Solo las personas deshonestas y sin argumentos sienten la necesidad de mentir: recuérdenlo la próxima vez que les digan que los ingresos de la Seguridad Social no crecen por la precariedad laboral.

Más artículos

Cómo el mundo se hizo rico

La obra de Acemoglu, Robinson y Johnson, por sus trampas y errores, seguramente no merezcan un Premio Nobel.