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¿La tumba de Obama?

Publicado en Libertad Digital

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Los congresistas estadounidenses aprobaron revocar la reforma sanitaria de Obama, conocida como Obamacare, que fue aprobada hace diez meses después de una polémica tramitación.

Los demócratas la llaman "ley para una sanidad barata" en un intento de asociar la ley con las promesas que hizo el presidente cuando desarrolló la campaña para su aprobación. Da igual que en realidad abarate la sanidad o no, lo importante es que la ciudadanía haga la asociación. El truco se parece al de los planes de gasto público masivo que los idólatras del estatismo llaman planes o paquetes "de estímulo", tratando de crear una asociación directa en el ideario popular entre gasto del Estado y la recuperación económica. Pero ni la economía se levanta por el simple hecho de que el Gobierno decida gastar más a través del aparato estatal ni el coste de la sanidad baja por el mero hecho de que el gobernante de turno la organice a su antojo y asegure que con su reestructuración forzosa bajará el coste del servicio.

Por más que Obama haya repetido hasta la saciedad que su objetivo principal es reducir el coste de la sanidad privada, lo cierto es que en los diez meses de vida de la reforma, las compañías de seguro han empezado a elevar las primas por los costes adicionales que suponen las partes de la ley que ya han entrado en vigor. Y no es de extrañar. ¿Qué otro resultado podía tener obligar a las aseguradoras a aceptar a todos los ciudadanos sin tener en cuenta los posibles problemas de salud preexistentes? Como consecuencia de la experiencia de estos meses, la ciudadanía empieza a asociar la Obamacare con una sanidad más cara y con el deterioro de la calidad del servicio. A los demócratas les ha salido el tiro por la culata. Lo de "ley para una sanidad barata" empieza a sonar a recochineo.

La revocación posiblemente no tenga éxito a corto plazo. Obama ya ha anunciado que si es necesario vetará la iniciativa republicana. Pero el tiempo parece jugar en favor de los detractores de la ley. Por un lado, ya hay un fallo judicial de un juez federal de Virginia que declara inconstitucional uno de los puntos claves de la reforma: la obligatoriedad de comprar un seguro de salud. Por otro, la ciudadanía norteamericana rechaza actualmente la reforma de manera clara. La encuesta realizada por la CNN este mes muestra una distancia de 8 puntos en favor de quienes están en contra (50% en contra frente a 42% a favor) y el propio Partido Demócrata ha encargado encuestas en las que la diferencia en contra del Obamacare es aún mayor. Ante esta situación, los demócratas han empezado a contratar anuncios tratando de ganar algo de apoyo en la opinión pública. Pero la reforma parece estar en estado de coma.

Los médicos, los principales profesionales encargados de aplicar la cirugía social de Obama, también se muestran contrarios a la reforma. Tan sólo el 18% cree que la calidad de la sanidad mejorará en los próximos años mientras que una aplastante mayoría de más del 60% cree que empeorará, según una reciente encuesta de HCPlexus y Thomson Reuters. Algunas organizaciones médicas como es el caso de la Asociación de Médicos y Cirujanos Americanos (AAPS) van más allá. Según esta organización la mitad de los médicos estadounidenses planea reducir o incluso cerrar sus consultas debido a la reforma sanitaria como consecuencia de la nueva regulación y la elevación de los costes que está provocando. En el Reino Unido, recuerdan desde la AAPS, el ejercicio libre de la medicina se hundió tras la reforma que creó el actual Servicio Nacional de Salud. Cuando el 5 de julio de 1948 Sir William Beveridge anunció la creación la creación del sistema de sanidad pública que haría al Reino Unido "la envidia del mundo", pocos imaginaban que en dos décadas el número de médicos que ejercían la profesión iba a reducirse de 44.000 hasta 17.000. Hoy las listas de espera y la pobre calidad del servicio son las señas de identidad de aquella reforma radical de la sanidad que en España se tomó como modelo para la creación de la Seguridad Social.

Los ciudadanos norteamericanos parecen ser alérgicos a la terapia de shock que Obama ha aplicado a la sanidad de su país. Tanto es así que la reforma sanitaria jugó un importante papel en la paliza que los republicanos dieron al presidente en los midterms y en el imparable crecimiento del Tea Party. De seguir este rumbo, no sería de extrañar que la Obamacare se convierta en la tumba política de Obama.

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