Como los grandes inversores saben, el camino para la prosperidad personal pasa por dotarse de una buena planificación financiera. Si se quiere invertir, en primer lugar será necesario ahorrar, y para ahorrar nada mejor que recortar los gastos superfluos; lo que tradicionalmente se conoce como "despilfarro", vaya.
Los nuevos ricos suelen tener el vicio de confundir los incrementos puntuales de la riqueza con los que tienen carácter permanente. De ahí que muchos de ellos se den al gasto compulsivo; como si disfrutar un golpe de suerte (por ejemplo, ganar el Gordo de la lotería) fue lo mismo que contar con una fuente regular de nuevas rentas. El consumo desenfrenado termina por extinguir la riqueza extraordinaria… y el nuevo rico vuelve, entonces, a ser el pobre que fue; o incluso a ser más pobre que antes, como consecuencia de las deudas contraídas. Si se aprovecha la riqueza extraordinaria para invertir y no para gastar como un rico, es probable que al cabo de los años se pueda gastar como un rico sin dilapidar el patrimonio.
Estamos hablando de algo que sabe de sobra todo lector atento de la fábula de la cigarra y la hormiga. Podemos vivir a lo loco por un tiempo, pero cuando llegue el frío y toque echar mano de lo ahorrado, entonces nos quedaremos tiritando.
Los políticos suelen tener vocación de cigarras. Les gusta vivir y gastar del erario público, esto es, echar mano de los ahorros de los ciudadanos-hormiga. Lo suyo es la prédica popularecha de los mítines, las comidas de partido, las cenas oficiales… No les verá nunca doblar la espalda para crear la más mínima riqueza. Como mucho, les verá inclinarse para birlarle la cartera.
Zapatero es una cigarra del tamaño de un elefante. Metido ya de hoz y coz en campaña, está dispuesto a gastarse todo el superávit extraordinario de este año. No se ha percatado de que, cuando cambien las tornas, esto es, cuando la crisis nacional e internacional termine materializándose, la actividad económica se ralentizará (con lo que los ingresos tributarios caerán) y el paro subirá (con lo que el gasto por prestaciones de desempleo se disparará). Lo que hoy es un esplendoroso superávit se convertirá mañana en un socavón descomunal.
¿Y de dónde sacará entonces ZP los 5.000 millones con que pretende comprar el voto de tantos en las próximas elecciones? Bueno, lo cierto es que no tendrá que buscar demasiado: los sacará de su bolsillo, del de usted digo, estimado lector. Y del mío. Entonces, subirán los impuestos, las hormigas sufrirán un nuevo asalto por las hordas cigarrescas.
Es el complejo de los nuevos ricos: ¿tenemos dinero? Pues vamos a gastarlo, que hay de sobra. ZP prometió no gastar más de dos décimas del PIB en promesas electorales (2.000 millones de euros), y ya va por las cinco. ¿Para qué apretarse el cinturón en momentos de abundancia? En el mundo de Zapatero, tan distinto del de José, las vacas gordas siempre se comen a las flacas.
La ministra de Vivienda, Carme Chacón, parece haber comprendido a las mil maravillas esta filosofía manirrota. A la hora de defender sus subvenciones a los alquileres, dijo que le causaba "estupor" que su iniciativa fuera considerada despilfarradora mientras se aplaudían las rebajas de impuestos a las empresas.
Las cigarras exitosas tratan de racionalizar su parasitismo. Chacón no ve diferencias entre robar y dejar de robar. Menudo cacao. Por lo visto, pedir que las empresas se queden con una porción mayor de la riqueza que han creado resulta equivalente a pedir que un tercero se quede con esa misma riqueza. Vamos, que es lo mismo pedir que la hormiga se quede con sus ahorros y exigir que la cigarra se los arrebate.
La subvenciones y las políticas redistributivas generan sociedades de parásitos, en las que todo el mundo trata de vivir a costa de los demás. La gente se esfuerza menos porque sabe que no podrá disfrutar de lo que genere. El resultado es que la tarta se vuelve más pequeña, porque las cigarras siguen sin trabajar y las hormigas bajan el ritmo.
En una crisis económica, las rebajas de impuestos son particularmente importantes, ya que provocan que la gente tenga más renta a su disposición y pueda hacer frente con más soltura a las deudas que haya podido acumular. Quienes consumieron en el pasado por encima de sus posibilidades reales tienen la oportunidad de saldar su error si trabajan más duramente; y las empresas que invirtieron en proyectos que han dejado de ser rentables tienen la oportunidad de tratar de estabilizar su situación financiera sin distorsiones políticas como el impuesto de sociedades.
Los factores productivos se reorganizan con mayor facilidad y agilidad cuando los impuestos son bajos. Dado que los deseos de los consumidores pasan a tener un mayor peso, los errores se revelan y se corrigen antes y los aciertos tienen más solidez.
Las cigarras son cigarras y también hienas, esas bestias sonrientes que no dejan ni las sobras de los cadáveres que encuentran a su paso. También Zapatero se parte de risa mientas echa mano de los despojos de la economía española para financiar su campaña electoral. Aún le queda superávit, aún puede quitar más dinero a los españoles. Pero cuando se acabe el sarao, el gasto social de ZP será una losa de la que será extremadamente difícil deshacerse.