Bajo la falsa bandera del feminismo, lo que reclama este movimiento son soflamas que poco o nada tienen que ver con la mujer.
Llega el 8 de marzo y, por segundo año consecutivo, el feminismo patrio organiza una gran marcha para, en teoría, defender los derechos de las mujeres y denunciar la intolerable opresión, violencia y discriminación que padecen en España por culpa de la sociedad heteropatriarcal y la economía capitalista que tanto las reprime, tal y como reza el manifiesto oficial del 8-M.
Lo primero que llama la atención, sin embargo, es que no se trata de una huelga al uso, ya que, para empezar, no es huelga, sino una manifestación convocada por la izquierda política para reclamar derechos que, curiosamente, ya existen, como la igualdad ante la ley y la prohibición a todo tipo de discriminación por razón de sexo (artículo 14 de la Constitución). Además, por si fuera poco, es organizada por el Estado (gobierno, partidos políticos, sindicatos y asociaciones regadas con dinero público) y no por la sociedad civil, lo cual constituye una auténtica anomalía.
Pero lo más curioso no es la naturaleza de la protesta ni de los convocantes, sino sus demandas específicas, puesto que, bajo la falsa bandera del feminismo, lo que reclama este movimiento, en realidad, son soflamas que poco o nada tienen que ver con la mujer y sí mucho con la ideología específica que abandera la extrema izquierda, como el comunismo, el ecologismo y el adoctrinamiento político tanto en las escuelas como en la Administración Pública. Y todo ello esgrimiendo como ariete una serie de mentiras que, no por mucho repetirse, se ajustan a la realidad.
1. Pobreza
La primera tiene que ver con la situación económica de las mujeres y, más específicamente, con la pobreza que padece este colectivo, como si esta lacra estuviera asociada al sexo y no a factores económicos como, por ejemplo, el paro. Bastan dos datos para desmontar semejante despropósito.
Por un lado, la tasa de carencia material severa, que mide el porcentaje de la población que atraviesa una verdadera situación de necesidad. En la actualidad, este indicador ronda el 5%, tras caer desde 2014 gracias a la recuperación económica y la reducción del paro, pero, a la vista de los datos oficiales del INE, no se observan grandes diferencias entre hombres y mujeres. De hecho, su evolución es similar en ambos sexos, hasta el punto de que la carestía entre los hombres fue superior en los peores años de la crisis.
Por otro, si se reduce la perspectiva a lo que el común de los mortales entiende por «pobre» -persona sin recursos que, en los casos más extremos, carece incluso de techo-, resulta que el 80% de las personas que son atendidas por centros asistenciales son hombres -en su mayoría extranjeros, por cierto-, sin que, por ello, a nadie se le ocurra decir que los varones resultan discriminados en España por padecer en mayor medida la mendicidad.
2. Brecha salarial
Otra de las grandes arengas feministas es la consabida brecha salarial, un indicador que es manipulado de forma consciente para dar a entender a la opinión pública que las mujeres cobran menos que los hombres por el mero hecho de ser mujeres, ya que, según aducen, son víctimas de una amplia y generalizada discriminación laboral por parte de las empresas. Pero, una vez más, no es cierto. Hombres y mujeres cobran lo mismo a igual trabajo (mismas horas, formación, responsabilidad, funciones…).
Las mujeres cobran de media un 15,1% menos que los hombres por hora trabajada, según Eurostat. Una de las curiosidades de este dato es que subió bajo el anterior Gobierno del PSOE, desde el estallido de la crisis hasta 2012, para, luego, empezar a descender con la malvada «derecha» del PP en el poder. Asimismo, también resulta destacable el hecho de que la citada brecha española sea inferior a la media de la UE, pero nada de esto escucharán por boca de las feministas.
Aunque la clave, nuevamente, reside en los detalles. ¿A qué se debe esta diferencia? A una serie de factores, «entre los que cabe destacar la mayor incidencia de la parcialidad entre las mujeres, la mayor presencia femenina en sectores con menores retribuciones o la disrupción de las carreras profesionales de las mujeres». ¿Quién lo dice? El propio Ministerio de Trabajo que dirige la socialista Magdalena Valerio. Es decir, ni rastro de discriminación laboral. Tal y como advierte el INE, la tan cacareada brecha salarial tiene una explicación. Básicamente, que las mujeres trabajan más a tiempo parcial, con contratos temporales y en ramas de actividad menos remuneradas.
El informe del Instituto Juan de Mariana (IJM) sobre los Mitos y realidades del feminismo ahonda en esta explicación, aportando evidencias que, como mínimo, deberían llamar a la reflexión:
Un 36,5% de las diferencias salariales entre hombres y mujeres se explican por el diferente número de horas que trabajan unos y otras.
Además, los trabajos que desempeñan son diferentes: la presencia de hombres es mayoritaria en industria, construcción y telecomunicaciones, mientras que las mujeres ocupan empleos más relacionados con sanidad y educación, cuya remuneración media es menor.
La experiencia, los años trabajados, las responsabilidades o las características de la empresa también pueden afectar al diferencial, sin que por ello exista discriminación de ningún tipo.
La brecha salarial no explicada por las circunstancias individuales de los trabajadores apenas ronda el 5%, y aquí las razones pueden ser múltiples, pero «en ningún caso la discriminación».
Así pues, lo importante no es la «brecha» en sí, sino las razones que llevan a muchas mujeres a optar por la jornada reducida, su mayor presencia en el cuidado del hogar o la elección de estudios y empleos menos remunerados (la presencia masculina en profesiones técnicas es mayoritaria, por ejemplo). Y es aquí donde hace aparición un factor raramente citado, pero cuya influencia es crucial en la carrera laboral de las mujeres: la maternidad. Su incidencia es tal que las remuneraciones entre hombres y mujeres son prácticamente idénticas antes de tener hijos, pero, a posteriori, las diferencias son más que evidentes.
Y aunque la presencia de las mujeres en el cuidado del hogar es muy superior -el 22,3% alega esta razón para no trabajar a tiempo completo, frente al 3,6% de los hombres-, «esto no se debe a una situación de desigualdad coactiva de hombres y mujeres (los primeros obligan a las últimas a abandonar su puesto de trabajo para encargarse de las tareas domésticas y de cuidado de los hijos), sino que en muchos casos se debe a la libre elección de cada pareja», recuerda el IJM.
3. Violencia
En cuanto a la violencia, las feministas también ocultan que España es uno de los países más seguros del mundo para las mujeres. España destaca por su baja tasa de homicidios, con apenas 0,63 por cada 100.000 habitantes, frente a la media comunitaria de 0,99, tan sólo por detrás de Austria. Y, curiosamente, el mayor número de víctimas son hombres, no mujeres.
Además, es uno de los países con menor violencia sobre la mujer en particular, ya que ocupa el puesto 36 de un total de 44 países analizados, con una tasa de 5,15 mujeres asesinadas a manos de cualquier agresor por cada millón de habitantes, la mitad que en la UE (11,66) y ocho veces menos que en América (39,6).
Mientras que el número de violaciones por cada 100.000 habitantes se sitúa en 2,65, veinte veces menos que en Suecia, cuya tasa asciende a 57, y a una distancia aún mayor de las 62 registradas en Inglaterra y Gales, según Eurostat. España, por tanto, se sitúa a la cola de la UE en este tipo de delitos. Y lo mismo sucede con los abusos sexuales, con 18,6 casos por cada 100.000 habitantes, frente a los 145 de Escocia, los 121 de Suecia o los 66 de Bélgica.
No, España no es un país peligroso para las mujeres, sino todo lo contrario. Y, por mucho que las feministas digan lo contrario, nadie mata a nadie por razón de sexo. El género de la víctima no determina el móvil del crimen, cuyas causas responden a cuestiones psiquiátricas y emocionales. Los hombres matan más, sí, pero también mueren en mayor número que las mujeres, al igual que éstas cometen más infanticidios, sin que el sexo de la víctima constituya, por sí solo, el factor explicativo.
4. Machismo
Además, lo más paradójico del asunto es que España es, de lejos, uno de los países menos machistas del mundo, a diferencia de la falsa imagen que ofrecen los grandes medios de comunicación. Una encuesta realizada por Ipsos en 2017 sobre la igualdad de género alrededor del globo arrojó los siguientes resultados:
– Tan sólo el 9% de los españoles piensa que el hombre tiene más capacidades que la mujer a la hora de trabajar, ganar dinero y formarse, el porcentaje más bajo de los países analizados.
– Y tan sólo el 7% de los encuestados considera que las mujeres son inferiores a los hombres, la menor tasa del estudio.
No, España no es machista, sino uno de los mejores países del mundo -el quinto, concretamente- para nacer mujer, como bien revela el ranking internacional Women, Peace, and Security Index del Instituto Georgetown para la Mujer, la Paz y la Seguridad, tan sólo por detrás de Islandia, Noruega, Suiza y Eslovenia, puntuando especialmente alto en materia de inclusión económica, ausencia de leyes discriminatorias y seguridad.
5. Capitalismo
Por último, la naturaleza eminentemente comunista de la manifestación del 8-M contrasta de forma clamorosa con los históricos avances que ha cosechado la mujer gracias, única y exclusivamente, al capitalismo y los valores de Occidente.
Así, cuanto mayor es el índice de libertad económica, mayor es el índice de bienestar de la mujer, tal y como explicó en Libre Mercado el economista Daniel Fernández. A medida que avanza el capitalismo, también lo hace la situación de la mujer, ya que mejora la inclusión social, desaparecen las leyes discriminatorias y aumenta la seguridad de las mujeres.
Y si ordenamos a los países por tipo de civilización y calculamos la puntuación media en el índice de bienestar de la mujer, resulta que la civilización occidental, esa que tanto repugna a la extrema izquierda, es la que mejor protege los derechos de la mujer. De los 20 países con mayor bienestar para la mujer, 19 son países occidentales (Singapur, país capitalista por excelencia, sería el único país no occidental que encabeza el ránking).
Estas son las grandes verdades que no te contarán las feministas del 8-M: la brecha laboral, fruto de la discriminación de los empresa, no existe; la pobreza y la violencia son fenómenos que nada tienen que ver con el sexo; España es uno de los países más seguros y menos machistas del mundo; y tanto el capitalismo como Occidente son garantía de libertad y bienestar para las mujeres. El resto no es más que engañosa propaganda política de marcado perfil izquierdista.