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Las empresas españolas no se han forrado con la crisis

Publicado en El Confidencial

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Han desaparecido 200.000 compañías y las que lograron sobrevivir siguen ganando casi un 50% menos que entonces.

Es habitual escuchar que la depresión económica que ha atravesado España desde 2007 “no ha sido una crisis, sino una estafa”. De acuerdo con este ‘podemizado’ relato, los ricos y las grandes empresas habrían aprovechado la última década para forrarse a costa del resto de la población: privatizaciones, rebajas salariales y ajustes de plantilla serían algunos de los mecanismos empleados por las oligarquías patrias para sacar tajada de las circunstancias. Pero ¿realmente la crisis les ha venido bien a las empresas (y, muy especialmente, a las grandes empresas)? ¿Están hoy mejor que entonces? La respuesta es un tajante no. El impacto de la depresión sobre el sector privadoha sido brutal, tanto en términos de mortalidad empresarial como de derrumbamiento de beneficios.

Comencemos analizando la evolución del número de empresas existentes en España: a comienzos de 2007, nuestro país contaba con 1,63 millones de empresas (con al menos un asalariado); a comienzos de 2017, esta cifra se había reducido a 1,46 millones; en lo más hondo de la crisis (2012), fue de 1,43 millones.

En otras palabras, entre 2007 y 2012 desapareció el 14,3% de todas las empresas activas en nuestro país. El porcentaje no es tan distinto al de la destrucción de empleo que experimentamos durante esos años: entre 2007 y 2013, el mercado laboral español perdió el 16,7% de todos sus puestos de trabajo. Si lo segundo es un drama (y lo es), difícil negar que lo primero también lo sea.

Ahora bien, alguien podría argumentar que la destrucción del tejido empresarial se concentró entre las pequeñas y medianas empresas, mientras que las grandes siguieron medrando y acaparando suculentas ganancias durante este periodo (en realidad, el número de empresas con más de 5.000 asalariados también cayó un 9,8% entre 2008 y 2013). Podemos contrastar esta hipótesis analizando cuál ha sido la evolución de los beneficios empresariales durante ese mismo periodo.

De hecho, hace apenas unos días, el Banco de España actualizó la base de datos de su Central de Balances para el periodo 2007-2016: en este documento, la entidad recopila la evolución anual de los beneficios de una muestra muy amplia de empresas españolas (en particular, y para la comparativa 2007-2016, 379.014 empresas de distintos sectores). Los beneficios agregados de esta amplia muestra están, además, copados por las grandes empresas: de los 39.151 millones de euros que lograron en 2016 todas las compañías sondeadas, el 82,6% era atribuible a grandes empresas, el 4,4% a medianas empresas y el 12,8% a pequeñas empresas. Por consiguiente, podemos utilizarla como referencia para conocer cómo han soportado la crisis las grandes empresas.

Y la respuesta resumida es que la han soportado fatal: en 2016, los beneficios de las empresas españolas todavía eran un 42% inferiores a los previos a la crisis. Si tuviéramos en cuenta la inflación acumulada durante este periodo, serían un 48% inferiores. Es verdad que, desde los mínimos de 2012, las ganancias han crecido cerca de un 35%, pero todavía se ubican —repito— un 42% por debajo de 2007. No deberíamos mezclar los expansivos beneficios que cosechan algunas multinacionales españolas en el extranjero con las estancadas ganancias que obtienen en nuestro país: la crisis española ha destruido gran parte de su negocio en España del mismo modo que les ha sucedido a centenares de miles de pymes.

De hecho, en comparación, los salarios de los trabajadores españoles han descendido mucho menos durante la crisis: de acuerdo con la Encuesta de Población Activa, el salario medio de los españoles en 2007 era de 1.643 euros mensuales, mientras que en 2016 alcanzó los 1.878 euros. Es decir, en términos nominales, los salarios medios no solo no cayeron en ningún porcentaje cercano al 42%, sino que incluso crecieron un 14,3%. Si en lugar de fijarnos en el salario medio (que podría verse sesgado por los altos salarios), estudiáramos el salario mediano, la imagen es similar: en 2007, este era de 1.337 euros mensuales, mientras que en 2016 ascendía a 1.498; a saber, un crecimiento del 12%. Incluso si consideráramos la evolución de la masa salarial (el total de salarios pagados en España), para así medir conjuntamente la influencia de la destrucción de empleo y de la deflación salarial a lo largo de la crisis, el descalabro en nada se asemeja al experimentado por los beneficios de las grandes empresas: un 2016, la masa salarial totalizaba 532.852 millones de euros, un 1,9% más que en 2007 (en su punto más bajo, 2013, la masa salarial solo llegó a caer un 7,1%).

Por supuesto, habrá personas, o colectivos, que habrán visto descender sus salarios en más de un 42% durante esos años: por ejemplo, los salarios iniciales de los jóvenes entre 2008 y 2013 sí se desplomaron, en términos reales, un 35% (en ese mismo periodo, los beneficios reales de las empresas cayeron un 51%). Pero, de la misma manera, también habrá empresas o colectivos de empresas que habrán visto caer sus ganancias mucho más del 42%.

En todo caso, mi intención no es comparar sufrimientos o penalidades entre trabajadores y empresarios. Únicamente pretendo constatar que, en contra de la muy extendida demagogia anticapitalista, las empresas españolas —grandes, medianas o pequeñas— no se han forrado con la crisis: una década después del estallido de la burbuja, han desaparecido 200.000 compañías y las que lograron sobrevivir siguen ganando casi un 50% menos que entonces.

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