Italia no es una anécdota, es la evidencia de que, si seguimos por este camino, vamos directos al estancamiento.
“You’re sending me tulips mistaken for lilies”. Elvis Costello.
La tensión entre la Unión Europea e Italia… ¿”crece”? ¿De verdad? El Gobierno italiano se encuentra, sin embargo, muy cómodo. La burbuja del Banco Central Europeo le permite financiarse a tipos que ni siquiera podría imaginar si la locura presupuestaria que ha anunciado se diera en condiciones normales de mercado.
Imaginen por un momento un gobierno europeo que se financia a 2,31% a diez años mientras se lanza a un endeudamiento del 134% del PIB (estimaciones de Fidentiis) y un déficit del 2,6%, anuncia la emisión de una moneda paralela en la mejor tradición argentina y amenaza constantemente en los medios de comunicación con salirse del euro. Una broma. Una nueva muestra de que la política del BCE no sirve para apoyar reformas estructurales, sino para perpetuar los desequilibrios.
Italia ha sido uno de los países más beneficiados por el gas de la risa monetario. El BCE acumula casi el 17% de la deuda italiana, disfrazando el riesgo, en el caso de España, casi el 22%. El gran problema es que, cuando le haces creer a los gobiernos que el dinero es gratis, se lo creen.
Es muy importante mirar al caso de Italia porque nos está permitiendo escapar del escrutinio de Bruselas porque somos un “mal menor”, pero en Italia ya se hacen la pregunta “¿nos van a multar por tener el mismo déficit que tendrá España?”.
Debemos aprender, porque los periodos de tregua que estamos viviendo se van a encontrar, como ha pasado con Italia, con la realidad de un programa de estabilidad inverosímil.
Italia nos enseña que, a pesar de todo el riesgo escondido y de los constantes estímulos y subvenciones, el país continúa en estancamiento, y la política de aumento de gasto constante que estamos proponiendo nos lleva al mismo lugar que Italia, pero con más paro.
El problema de Italia nunca ha sido de austeridad. Con un gasto público del 48,6%, hablar de austeridad en Italia es hilarante, en un país que ha tenido un gasto público medio del 49% del PIB desde 1990.
Italia también nos muestra que el populismo no se combate blanqueándolo. Años de políticas extractivas, aumento de gasto improductivo y subvenciones con ataques fiscales a los creadores de riqueza, han generado una doble economía italiana: la exportadora, innovadora, vibrante y de alta productividad se ve constantemente atacada por el mantenimiento a toda costa de los conglomerados ineficientes y los sectores de baja productividad. Ahora, los gobernantes plantean aumentar aún más los desequilibrios mientras se financian a tipos ultrabajos que no imaginarían ni en sus mejores deseos.
La política de tipos bajos y recompras de deuda no ha debilitado el populismo ni fortalecido las reformas estructurales, ha sido un cheque en blanco para aumentar los desmanes presupuestarios que en 2012 nos parecían inasumibles. ¿Qué lección saca la coalición populista cuando el gran beneficiario de las palabras del BCE del pasado jueves es Italia y Grecia? Que no pasa nada. Más madera.
Pero sí ocurre. Es la receta del estancamiento. Esas exigencias de mayor gasto y mayores desequilibrios no son la fórmula para salir de la espiral de bajo crecimiento y alta deuda, sino para continuarla.
De momento, España cuenta con el silencio del consenso ante el empeoramiento del cuadro macroeconómico porque lo de Italia parece peor.
Hasta que se lean en detalle el programa de estabilidad de Sánchez. Empezando por la falacia de incrementar el PIB nominal a 1,394 billones de euros en 2022, mientras que el crecimiento real del PIB se ralentiza, para cuadrar a martillazos el objetivo de deuda sobre PIB. Una deuda que se va a disparar en el periodo 2019-2022 en 63.749 millones de euros…. Si nos creemos los ingresos de ciencia ficción del Gobierno.
Sánchez y su Gobierno estiman un aumento de ingresos fiscales entre 2019 y 2022 en más de 95.000 millones de euros, con aumentos constantes y anuales de más de 20.000 millones. El Gobierno de Sánchez parte de ingresos fiscales récord de 2018 y simplemente los eleva exponencialmente como si la desaceleración de la economía real que hasta ellos mismos asumen no tuviera impacto. Pero los ingresos están fallando, mientras los gastos siguen desbocados. A pesar de ello, el Gobierno de Sánchez estima aumentos anuales superiores a los que se dieron en el pico de la burbuja.
Esto ocurre mientras el Gobierno “exige” que se creen instrumentos para empaquetar deuda de Estados soberanos pero -por supuesto- sin condicionalidad. “Preferimos que no salga un instrumento si es sólo para recompensar a cambio de reformas estructurales”, decía la ministra. Faltaría más. Vamos, que nuestros desequilibrios nos los tienen que pagar los demás y, por supuesto, financiarnos barato, o dejamos de respirar. No me puedo ni imaginar la urgencia incontrolable de nuestros socios a la hora de aprobar paquetes de “subprime soberano” sin condicionalidad.
La gran lección de Italia es que lo que estamos viviendo no es una anomalía o un exceso sino peligrosamente similar a lo que se quiere hacer en Españaa toda costa y acelerando sin frenos. Pensar que el riesgo se puede disfrazar eternamente es irresponsable. Creer que somos mejores engañando en las estimaciones de crecimiento, ingresos y déficit es inaceptable.
Italia no es una anécdota, es la evidencia de que, si seguimos por este camino, vamos directos al estancamiento.