El gobierno jamás ha tenido autoridad moral en nada, pues la moral es algo que sólo concierne al hombre libre, al ciudadano individual; pero Salgado sí que tiene la capacidad de aplicar la fuerza contra sus enemigos, Burger King y el consumidor, olvidando totalmente la libertad de elección de la gente a meterse en el cuerpo lo que le venga en gana, elegir si quiere estar gordo o no, llevar o no una vida sana. No necesitamos a ninguna ministra socialista para decirnos lo "malo" que es Burger King o McDonalds; otros como Morgan Spurlock, el de Super Size Me, ya lo han hecho con mayor éxito y, de paso, se han forrado. Sí, sí, uno de esos anticapitalistas a los que tanto les gusta el dinero.
Para justificar el acto totalitario de la ministra los defensores de la omnipotencia estatal han apuntado, como siempre, al corazón de la gente para provocar el miedo, diciendo que las hamburguesas inducen a la obesidad y a morir prematuramente, y que además esto representa un coste para la Seguridad Social. Según un informe de FUNCAS publicado en 2005, España tiene una de las tasas de longevidad más altas de Europa y el de las mujeres, concretamente, es el más alto del continente. Realmente no nos hace falta ningún informe para demostrar algo tan obvio, y es que, a pesar de la aparición de Burger King, por más que les duela a los socialistas y otros dictadores de la vida sana, cada vez somos más y vivimos más: si a comienzos del siglo XX el número de personas que alcanzaban cada mes en España los 65 años era de 10.000, en el siglo XXI la cifra se ha triplicado y el futuro pinta mucho mejor. No encontrará ningún informe que afirme que en el futuro moriremos antes. Pero es que incluso nuestra calidad de vida ha mejorado también: los jóvenes son más altos, sanos y robustos que sus padres y llegamos a la vejez en mejores condiciones que nuestros bisabuelos. Esta situación no sólo se debe a los increíbles avances médicos que nos ha proporcionado el capitalismo sino también a la diversidad alimenticia y reducción de costes en la estructura productiva de la alimentación, a la que Burger King y su competencia han contribuido. Hoy pocos alimentos nos resultan prohibitivos por su precio. A principios del siglo XX era exactamente al revés.
Lo que también llama la atención es ver como aquellos que se proclaman anti-materialistas ahora se preocupen por el estado financiero de la Seguridad Social. La Seguridad Social no la pagamos porque queramos, sino porque el Estado nos obliga bajo amenazas de tomar represalias contra nosotros. A pesar de los socialistas, tenemos el derecho de ir al médico estatal cada vez que nos encontremos mal por cualquier causa, y no sólo eso, sino que el médico está obligado a sanarnos. Si lo que quiere la ministra es que cada uno sea responsable de sus actos, algo aberrante para un fanático igualitarista ya que eso implicaría tener libertad, lo que tendría que hacer es privatizar totalmente la medicina y desregular parte del mercado financiero para que aflorase la oferta sanitaria en todas sus ramas y formas de financiación; así no pagaríamos las enfermedades de personas "irresponsables" o de aquellas a las que ni conocemos y a cuyos gastos concurrimos por el miedo a la venganza gubernamental. Pagaríamos no sólo por nuestro consumo sanitario sino también por el de nuestros allegados, pero por amor, no por temor.
Burger King tiene más de 11.000 restaurante en todo el mundo, de los cuales 400 están en España. Mantiene sólo en nuestro país casi 10.000 empleos directos y eso sí que es saludable para nuestro tejido económico a pesar de las intenciones de Salgado. Además, la voluntad de servir a la gente lo señala perfectamente la estrategia de Burger King: "Poner al Servicio del Consumidor lo que le Apetece", que es lo contrario a lo que hace Salgado. Asimismo, Burger King tiene infinitos controles de calidad de los que carece el "Bar Manolo" donde usted va a comer en su hora de descanso laboral, y la compañía facturó en el año 2004 en España 268 millones de euros, un 12% más que el ejercicio anterior.
Esto significa que la gente quiere consumir productos Burger King y no leyes totalitarias Salgado. Siéntase libre de comerse un Whopper XXL, un Big King XXL o cualquier otro delicioso manjar de 1.000 Kilocalorías made in King, y mejor aún si lo acompaña de una o varias cervezas y termina con uno o más cigarrillos. La libertad de elegir es nuestra, no de fanáticos prohibicionistas, y eso significa que, aunque naturalmente siempre se puede no consumir lo que no apetece, no se le puede negar a los demás con amenazas el mismo derecho. Quién sabe, podría ocurrir que esta moda de la prohibición indiscriminada le acabe rebotando a esos fanáticos sobre algo que sí aprecien y que, al igual que comer hamburguesas, no sea un acto criminal.