La especulación, a diferencia de lo que cree la radio de Prisa, no es una causa en sí misma, sino el efecto, la consecuencia. Uno de estos biocombustibles es el etanol, el cual proviene básicamente del maíz, la soja y caña de azúcar. Estas tres materias primas, según The Economist y a junio del 2007, son las que más han subido. Más incluso que los metales.
Fíjese en estos datos. La cantidad de maíz cultivado para la producción de etanol en Estados Unidos se triplicó desde 2001 a 2006. Estados como Dakota del Sur o Iowa ya dedican el 50% de su producción de maíz al etanol. Este mismo país se ha propuesto multiplicar por doce la producción de biocombustible hasta el 2022, lo que supone un sacrificio de recursos desorbitado. En Brasil, otro gran productor mundial de etanol, la soja ya ocupa un territorio mayor que cualquier otro cultivo, más de un 20% de todo el área empleada en la agricultura, lo que ha causado una deforestación de 21 millones de hectáreas.
China ha pasado de ser un exportador de soja y maíz a ser un importador. ¿Es que la oferta de alimentos no cubre la demanda? No, China es el segundo productor del mundo de alimentos. La economía alimenticia china es totalmente sostenible gracias a la cadena de privatizaciones que ha ido realizando el Gobierno. Lo curioso es que China usa casi el 50% del maíz para uso industrial, es decir, para la fabricación de etanol, sector en el que ocupa una de las primeras posiciones en el mundo. No sólo eso, sino que el Gobierno chino pretende seguir aumentando la producción hasta 2010. Ante estos datos, la conclusión tendría que ser que los biocombustibles son muy rentables. Pues resulta que no, que su producción es muy costosa. ¿Es que empresas, productores y especuladores se han vuelto locos? Si no es rentable, ¿de dónde sale el dinero? De las subvenciones de los gobiernos, que a la vez se nutren de nuestros impuestos.
Uno de los países que más subvenciones otorga a este tipo de energía es Estados Unidos, hasta el punto que hay barcos europeos que cruzan todo el Atlántico cargados de biodiesel para hacer allí una mezcla ecológica, que cumpla los requisitos norteamericanos para subvencionar su exportación, cobrar, volver aquí otra vez, volver a cobrar otra subvención y venderlo después.
Las consecuencias son obvias. Si los gobiernos del mundo se dedican a incentivar la energía ecológica a expensas de los alimentos, la consecuencia inevitable es que el maíz, la soja y la caña de azúcar, como alimentos, aumentarán de precio (porque disminuye su oferta) en toda su estructura productiva ya que éste, está menos subvencionado que el mismo cereal usado para combustible. Esto a la vez crea un mercado irreal, ficticio. Sólo en el año 2007 y en Estados Unidos, la industria del biodiesel desvió 4.000 millones de dólares y más de 20.000 empleos a este sector energético según la National Biodiesel Board. Las subvenciones del Gobierno han alterado el mercado hasta tal punto que es más rentable producir gasolina que alimentos.
Los gobiernos occidentales, con su enorme hipocresía, están matando de hambre a la gente y empobreciéndonos a todos. Encima, lo han nutrido todo con nuestros impuestos, lo que ha permitido hacer ricas a empresas que no sirven a nuestros designios sino a los del Gobierno. Cree como los periodistas de la SER, que tiene sentido esperar que los políticos sean los que arreglen esta calamidad cuando están siendo ellos los causantes.