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Los no-poderes públicos

Publicado en Voz Pópuli

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Casi recién empezado el año 2013, muchas cosas parecen estar cambiando: el presidente en Venezuela, el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, el presidente de Italia… Y aún así, el sabor metálico y sucio a empobrecimiento persiste en los ciudadanos. Todos sabemos que este 13 no va a ser mejor. Tal vez se prepare un cambio de tendencia, pero no tendrá lugar en este año, será en los siguientes. Con suerte.

Estrategias de supervivencia

Uno de los problemas que tenemos en este momento de recesión empecinada y corrupción política generalizada es que uno realmente no sabe quiénes son los suyos. Y el ser humano, que nace siendo el cachorro más desprotegido entre los mamíferos, necesita del grupo para sobrevivir. De ahí que todos busquemos gente afín, en un aspecto o en otro, para sentirnos seguros: los frikis de La Guerra de las Galaxias, los amantes del diseño, los libertarios de New Hampshire o los seguidores del Betis. Los lobos solitarios también necesitamos grupos. Por si las dudas.

Los españoles, hace muchos años, emprendimos ese camino de pertenencia a lo que hoy es Unión Europea. Lo hemos logrado. Pero a medida que el grupo va siendo mayor y, por tanto, la diversidad se incrementa, es más difícil sentirse identificado con los demás miembros y la percepción del mismo como refugio protector que defiende mis intereses se debilita. Eso pasa con la Unión Europea ahora mismo. El problema añadido es que, en España, el ciudadano de a pie no encuentra tampoco un grupo en el que sentirse guarecido. Los partidos políticos han perdido credibilidad. La corrupción salpica a propios y extraños. Los bancos son enemigos. Los sindicatos están politizados. Los grupos anti sistema carecen de consistencia en cuanto a sus principios y a su composición. Son un revoltijo de descontentos que no se sabe muy bien a dónde van, hasta dónde llegan sus intereses políticos y qué alternativas realistas defienden.

Estamos solos pagando el peaje de la eterna asociación entre el Estado y la banca, aderezado por una degradación institucional y una miseria en la calidad de nuestros políticos, que hacen pinza y nos asfixia. Y tenemos nuestra parte de responsabilidad, desde luego.

Lo que los poderes públicos no pueden hacer

Parte de esa responsabilidad se debe a la idea, atrincherada en la mente de los españoles, de que el Estado, los gobernantes, tienen poder para sacar conejos de la chistera. Pero no es así. No existen los unicornios.

Como explica el profesor de economía de la Universidad de Buckingham, Juan Castañeda, un banquero central no puede controlar el ciclo económico ni cerrar la brecha de la producción. Y, sin embargo, muchos ciudadanos sigue mirando al Banco Central Europeo y al Banco de España como salvadores de la debacle actual. Y no sólo eso. Se espera que el gobierno cree empleo, cuando son los empresarios quienes crean empleo. Esperamos que nos digan la verdad y seguimos votando a los que nos mienten. Esperamos que los políticos se comporten honestamente y miramos a otro lado cuando alguien en nuestro entorno se aprovecha de otro engañándole.

Y a partir de ahí, en adelante, pedimos a ciegas cosas que son intrínsecamente individuales y subjetivas. Cuando decimos que nuestro todopoderoso "estado del bienestar" tiene la obligación de proporcionar una vivienda digna, un trabajo digno, una educación digna a todos, no nos damos cuenta de que la dignidad es subjetiva, que no te la puede arrebatar cualquiera de cualquier manera. Eso lo saben quienes han vivido situaciones dramáticas y denigrantes y las han sobrellevado con la cabeza bien alta sin perder un ápice de su dignidad.

Pero esas peticiones ciudadanas, plasmadas en propuestas y promesas políticas, escritas a fuego en los programas electorales, son un acicate para la degradación política. La razón es que esas promesas enganchan el voto de mucha gente bienintencionada pero dan pie a que esos gobernantes hagan mal uso del dinero de todos.

Lo que sí es indigno es utilizar la pobreza para obtener un mayor poder político, aprovecharse de la desesperación del parado para obtener más votos, usar la rebeldía de los grupos inconformes pero desorientados para atornillarse en la poltrona.

Y eso es lo que están haciendo nuestros políticos, los del gobierno, los de la oposición, los sindicatos, los independentistas, todos ellos financiados con nuestro dinero.

Una de las palabras de nuevo cuño que más odio es "empoderamiento". No estaría mal que cada uno de nosotros decidiéramos recuperar esos no-poderes. Para ello, es imprescindible que reconozcamos lo que no pueden hacer por nosotros, lo que estamos alimentando con esa visión buenista y reactiva, y adoptar una actitud más proactiva. Se trata de tomar la iniciativa. De no dar por buena su pretendida capacidad y retomar las riendas. De lo contrario seguiremos a la carrera como un caballo desbocado.

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