Ya resuenan los rugidos de quienes hablan con peor voluntad incluso que conocimiento de los escándalos del capitalismo financiero. Madoff ha construido un enorme fraude piramidal, ese esquema con mejor presente siempre que futuro, y que hemos visto estallar en el caso Fórum-Afinsa.
El mecanismo es sencillo: se ofrecen altas rentabilidades, que se pagan no con los beneficios de inversiones exitosas, sino con las entradas de nuevo dinero procedente de inversores que están atraídos por el alto interés. Este esquema sólo puede mantenerse si sigue entrando dinero a ritmos crecientes. Como no puede hacerlo indefinidamente, antes o después tiene que estallar, y todos acaban haciéndolo.
El caso Madoff es muy aleccionador por varias razones. La primera es que la SEC examinó la empresa hace un año y no vio indicios de fraude; ha tenido que alcanzar "dimensiones épicas" para que se de cuenta. Se creó para evitar casos como éste, y no me extrañaría que alegase su propio fracaso para pedir aún más poderes de control. Fue lo que hizo con Enron.
La segunda es que todo el mundo se echa las manos a la cabeza por este fraude, y prácticamente nadie se escandaliza con otro fraude idéntico, del que somos todos víctima, y que compromete nada menos que 115.000 millones de euros: nuestra Seguridad Social. Funciona igual: paga con las nuevas entradas de dinero, y necesita cantidades crecientes para no quebrar. Además de ser un fraude, éste no sólo no lo persigue el Estado, sino que nos lo impone él mismo. Los partidos preparan una "reforma" que no es más que un recorte en las prestaciones que ronda, según parece, el 30 por ciento. La Seguridad Social sólo tiene dos salidas: ir a la quiebra o morir poco a poco, exigiendo más y pagando menos a cada "reforma".
Y la tercera, entre muchas otras posibles, es que son varios los que se prestan a denunciar el fraude Madoff pero callan ante el de la Seguridad Social. Es el caso de Emilio Ontiveros, que desde El País se ríe de "la fácil complicidad entre la codicia y la estupidez" que se da en estos casos, pero no le imagino denunciando la fácil complicidad entre la codicia del Estado y la imposición por la fuerza de un fraude como el de la SS. O que habla del "Ponzi más selecto de la historia", pero curiosamente no del más masivo. No quiero personalizarlo en este economista, pero sí señalar a una falange de intelectuales que se ven a sí mismos como críticos implacables… hasta que topan con el Estado. Ante él no es sólo que dimitan como críticos, sino que desgastan cualquier reclinatorio. En este caso, no sólo Bernie Madoff es un fraude.