Oiga, no es Madrid la que vende, sino unos ciudadanos.
José Manuel Calvo del Olmo, concejal de Desarrollo Urbano Sostenible (Ahora Madrid), escribió un artículo con este título en El País.
Reunía varios tópicos de los antiliberales, siempre centrados en cambiar las ciudades, ordenando a la gente cómo vivir y hasta cómo moverse, todo por su bien, para lograr nada menos que «el reequilibrio social y territorial», porque ellos saben cómo hacerlo. Al automovilista, por supuesto, ni agua; y «apostarán» no solo por el transporte público sino por los «modos verdes», a ver si consiguen que vayamos todos en bicicleta o a pie, «para reducir la contaminación y los atascos».
Pero el eje del artículo era el último camelo urbano progresista: el recelo ante el turista. No llega al dislate de decir que el turismo empobrece, ni a aplaudir los ataques a los turistas, pero tiene un mensaje claro contra «la gentrificación y su derivada vinculada a la creciente demanda de alojamiento temporal, la turistificación». Hay movilizaciones, que don José Manuel respalda, con tonos épicos:
No vamos a permitir que Madrid se convierta en un parque temático (…) Todos están pidiendo que actuemos. Y ahí nos van a tener. Defendiendo con ellos que Madrid no se vende.
Empecemos por la demonización del parque temático, definido así en el DRAE: «Parque cuyas atracciones e instalaciones se ordenan con intención didáctica en torno a un determinado tema, como el lejano Oeste, la vida medieval, etc.». No parece que nadie tenga ese plan para las ciudades.
Los dos términos que suscitan la enemiga del señor Calvo del Olmo no figuran en el DRAE. Según veo en Wikipedia, gentrificación es la
transformación de un espacio urbano deteriorado (…) que provoca un aumento de los alquileres o del coste habitacional en estos espacios. Esto provoca que los residentes tradicionales abandonen el barrio –y se sitúen en espacios más periféricos–, lo que produce que este nuevo espacio vaya a ser ocupado por clases sociales con mayor capacidad económica que les permita aportar estos nuevos costes.
Está relacionado con el otro neologismo, la turistificación:
Los habitantes huyen de los centros urbanos por culpa del aumento del precio de la vivienda y la invasión de hoteles y apartamentos dedicados al turismo y que amenaza incluso la propia supervivencia del sector turístico.
Empezando por el final: ¿cómo es posible que el aumento («invasión», ojo al término) de plazas hoteleras o de alojamiento «amenace» (ídem) al sector turístico?
Aquí deben estar pasando otras cosas, como la clásica competencia, es decir, la llegada de empresarios que ofrecen un servicio a mejor precio que los oferentes antiguos. Eso sí que puede suceder, pero entonces lo que convendría que los progresistas explicaran es por qué quieren que los turistas, que en su mayoría son trabajadores, paguen más cuando podrían pagar menos. Cuando don José Manuel dice «todos están pidiendo que actuemos» es evidente que no dice la verdad, porque no son todos, sino los oferentes de servicios hoteleros ya instalados.
Otra cosa extraña es la hostilidad a la venta: «Madrid no se vende». Oiga, no es Madrid la que vende, sino unos ciudadanos. Veamos cómo lo expone el señor concejal, que asegura que se ha «abierto la veda», como si esto fuera una cacería:
Los vecinos de barrios como Cortes, Embajadores o Lavapiés ven cómo sus buzones se llenan de anuncios que ofrecen comprarles sus casas. Al precio que sea. Los pisos turísticos son cada vez más rentables.
Es decir, según las propias palabras de don José Manuel, hay gente que ofrececomprar. Esta gente no son okupas, sobre los que quizá el concejal tendría palabras de simpatía, como suele tener la izquierda. No son okupas, no entran mediante la violencia a usurpar la propiedad ajena. No. Ofrecen comprar.
Y ¿qué hacen los vendedores? Pues, deciden vender, porque resulta que les pagan sus casas «al precio que sea».
Lo interesante es que al concejal progresista todo esto, que es libre, le parezca fatal.