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Mariano y su nuevo gobierno: pronóstico reservado

Publicado en Economia Digital

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Es tan evidente que no hay voluntad política de dejar gobernar a Rajoy que mucho me temo que haya comenzado una nueva campaña electoral tácita, de cocción lenta.

A menos de veinticuatro horas del anuncio del nuevo gobierno, los expertos cuentan y recuentan los compromisos que le esperan a Rajoy en esta legislatura que tanto se ha hecho esperar. Entre ellos destacan por su inmediatez arreglar el roto de la Seguridad Social y cumplir la palabra dada a la Unión Europea respecto al cumplimiento del déficit. ¿Qué va a pasar? Pues no se sabe, el pronóstico, por mi parte, es reservado. Es decir, la situación es inestable y no se sabe si habrá algún problema extra que nos deje empantanados.

Las razones son múltiples. Para empezar, todo parece apuntar a un aumento de los impuestos para ya mismo. ¿Qué impuestos, de qué manera y en qué cuantía? Está por ver. Pero el tándem Guindos-Montoro, cuyo cometido conjunto consiste en cumplir con Europa y financiar ese cumplimiento de alguna manera, debe estar al tanto.

No es un problema nuevo, más bien al contrario, desde la primera amenaza de sanción por incumplimiento por las autoridades de la UE ya han pasado meses. Meses en los que la anómala situación política en España, con un gobierno en funciones más de ocho meses, servía de excusa al más puro estilo «el perro se comió mis apuntes» para no cumplir. Pero ya no hay más excusas.

El otro problema inmediato es la insostenibilidad del sistema de pensiones, que ha sido puesto en evidencia por el agotamiento del fondo de reservas, que ha resultado no ser un pozo inagotable, sino, como muchos economistas veníamos avanzando, un simple fondo que se acaba si se retiran recursos del mismo sin reponer.

Para los políticos, más allá de la grave responsabilidad de poner en peligro los ahorros de los mayores, se trata de un tema muy impopular, y dada la composición del Parlamente es una prioridad número uno. Así que cualquier impuesto que el gobierno imagine destinado específicamente a resolver este punto negro será aplaudido por la oposición y aceptado con resignación por los ciudadanos. Nadie se va a preguntar cómo hemos llegado aquí, por qué los ciudadanos debemos poner el hombro cuando quienes han dilapidado ese fondo son los gobernantes y por qué no se arregla definitivamente este sistema cambiándolo por uno autosostenible.

Yo me conformaría con que quienes aportamos pudiéramos elegir el sistema y no se nos obligara a entregar nuestros ahorros para la vejez a unos gobernantes que se comportan manifiestamente como manirrotos, de derechas o de izquierdas, pero derrochadores.

Por aclarar estos calificativos que chocan con las acusaciones vertidas contra los recortes, una subida del gasto público del 9% no es austericidio, ni siquiera es austeridad. Pregunten a Irlanda. Pregunten a Grecia.

El tema del cumplimiento del objetivo de déficit es diferente. Al fin y al cabo, aún podemos incumplir un poquito más, podemos estudiar el castigo con impacto mínimo, podemos renegociar con la Unión Europea… resumiendo, podemos marear la perdiz. Ahí está Luis de Guindos para esas tareas, dando tiempo a que su cara B, Montoro, el lado aún más oscuro de la fuerza, recaude para apagar el fuego de las pensiones.

Pero más allá de lo urgente, los retos que afronta el nuevo gabinete de Mariano Rajoy no son compatibles con los objetivos políticos del Partido Popular, si quiere mantenerse en el gobierno.

La economía tan dependiente de nuestro país, con un desempleo de más del 19% de la población activa que disminuye gota a gota, pero aun lastrando la economía desde hace demasiado tiempo, necesita inversores, a ser posible, nacionales; necesita empresarios que creen empleo, que exporten, que impriman actividad a nuestra economía.

Y la estigmatización de la creación de riqueza por un Parlamento que mira a la izquierda no va a poner las cosas fáciles. Por un lado, las necesidades particulares de los partidos de izquierda, PSOE y Podemos, fracturados, con necesidad de hacerse notar, de mostrarse a sus electores, cada uno de ellos, como «la verdadera izquierda opositora», se van a anteponer a lo que la economía requiere para que los ciudadanos de la calle veamos mejorar nuestra situación.

Por otro lado, es tan evidente que no hay voluntad política de dejar gobernar a Rajoy que mucho me temo que haya comenzado una nueva campaña electoral tácita, de cocción lenta, con un horizonte de apenas un año (que es lo que las apuestas más generosas dan de vida a esta legislatura), en la que el veto a las propuestas de los populares sea más por puro postureo que siguiendo una lógica económica.

Y si algo necesitamos en estos momentos en que la Unión Europea no acaba de consolidarse, y con los Estados Unidos pendientes de un hilo ante las próximas elecciones, es sensatez económica. Sin ella, de simplemente reservado, podemos pasar a estado crítico. Y no nos queda fuelle.

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