Aunque parezca que las tradiciones de una confesión religiosa determinada no son algo sustancial para el proyecto revolucionario de los socialistas posmodernos, el asunto tiene su importancia puesto que la principal misión de los socialistas cuando gobiernan es precisamente ejercer de reyes magos, trayendo regalos a los que se portan bien según el canon marxista y carbón contaminante a los rebeldes irrecuperables.
La ministra de Igualdad, de hecho, ha acabado este año repartiendo subvenciones en función de las aptitudes y vocación de quienes las solicitaron, aunque sea a costa del procedimiento administrativo y de un elemental sentido de la equidad.
En primer lugar hay que destacar la inmoralidad de regalar dinero público a entidades particulares, sea cual sea el objetivo perseguido con ese trasvase de fondos. La socialdemocracia es así un combate permanente entre los grupos organizados contra el común de los contribuyentes, en el que los primeros salen siempre ganando sin que la sociedad en su conjunto reciba ningún beneficio a cambio. ¿Alguien piensa seriamente que regalando subvenciones se va a acabar con el asesinato de mujeres a manos de sus "parejas"? Si es así, sólo tiene que echar un vistazo a las estadísticas de violencia doméstica, cuyas cifras no dejan de aumentar año tras año, casi al mismo ritmo que el montante anual de dinero público dedicado a la materia.
Pero la realidad no es algo que interpele la conciencia de los socialistas, porque lo suyo es la farfolla ideológica en pos de un ideal, tan abstracto que siempre resultará imposible determinar si se ha alcanzado o no. En el caso de la igualdad, el PSOE y sus voceros se limitan a ofrecer a los contribuyentes los datos del dinero invertido en "programas", "acciones" y "campañas" de toda índole, organizadas, eso sí, por la miríada de organizaciones-sanguijuela próximas al partido, expertas en detectar dónde hay una arteria presupuestaria lista para succionar.
Las mujeres siguen muriendo asesinadas, pero ni siquiera a los votantes parece importarles. Lo sustantivo es que tenemos un Gobierno que lucha por ellas y hasta ha creado un ministerio de Igualdad. Y todos contentos, especialmente las asociaciones de mujeres progresistas, que están viviendo unas navidades de dulce gracias a la epifanía laica organizada por la camarada Aído.
Tampoco parece muy disgustado el PP, que en lugar de impugnar en su totalidad la existencia de ese ministerio y el latrocinio constante hacia nuestros bolsillos bajo el chantaje del igualitarismo, se limita a presentar una batería de preguntas parlamentarias para saber por qué a las asociaciones de mujeres conservadoras no les ha dejado la Reina Bibiana la casita de muñecas que pidieron en su carta. Y aún hay quien se extraña de que sigan por debajo de bibianas y pajines en las encuestas de intención de voto.