Cuando un alto burócrata del gobierno “pide” a una empresa privada que modifique sus precios no es el mismo tipo de consejo que usted pueda darle a un amigo. En el último caso, usted da el consejo desinteresadamente, y su amigo, si quiere, lo acepta o no sin represalias por parte de nadie. Sin embargo, cuando el gobierno da consejos, si no se cumplen, habrá consecuencias graves. Esta es una de las estrategias que suele seguir, por ejemplo, el Banco de España. Envía consejos a los directivos bancarios. A veces no se toman en cuenta porque tomar esa medida significaría perder clientes. La reacción del “policía bancario” es crear inspecciones para escarmentar al inspeccionado haciéndole perder dinero y tiempo. Así trabaja el burócrata contra la gente.
La regulación hace que las empresas trabajen, no para el cliente, sino para el inútil y obsoleto ente burocrático. Cuando la economía adolece de algún “problema” la solución no es más intervención, eso sería complicar el problema.
Una solución idónea para reducir el precio de la gasolina sería eliminar todos los tributos a los combustibles (casi el 60% del precio de la gasolina son impuestos en España). Pero Montilla ha dado la típica excusa de técnico mediocre: “es que eso es muy difícil por…”. Imagínese que el consumidor de una empresa privada deja de comprarle porque considera sus precios altos. ¿Serviría de algo que el presidente de la compañía dijera que no pueden bajar los precios porque los tecnicismos lo impiden? Evidentemente que no. Los consumidores se irían a la competencia sin importarle las excusas de la empresa. El fin de una empresa privada es servir a su consumidor, si el cliente está contento la empresa también porque así ganará más dinero. Así funciona el Capitalismo.
Lo que no entiende Montilla es que a los españoles poco nos importan los problemas que pueda tener él para eliminar los impuestos a la gasolina. Por eso, él como un sicario, prefiere amenazar a empresas (y a los trabajadores de esas empresas) para que reduzcan su margen y pongan en más apuros al mercado laboral del sector energético.
Pero hay más. Montilla se cree un gran empresario del sector, por eso se permite el lujo de dar “consejos” a las petroleras de cómo han de gestionar su negocio. Les ha dicho que profundicen en la modernización tecnológica mediante el aumento de inversiones en el área de refino e investigación y desarrollo (I+D). Exxon, a mediados de los ochenta, decidió invertir en energía renovables gastando hasta 1.000 millones de dólares; los resultados fueron nefastos y Exxon dijo que no volvería a pasar por eso otra vez. La empresa lo intentó, pero su cliente (el consumidor final como usted o yo) le dijo clara y abiertamente que ese no era el camino. Un político, como Montilla, puede amenazar y aprobar las leyes que quiera contra la industria petrolera y la sociedad para conseguir su plan divino, pero eso no hará un mundo mejor, sino que directamente acabará con ese sector aumentando los costes y encareciendo a la larga, más aún, el precio del producto final.
Señor Montilla, la solución es muy fácil. No intervenga nada en la economía y todo irá mejor. Deje de amenazar a las empresas y particulares y tome una solución real para los españoles: desregule totalmente el sector de la energía; elimine todas leyes supuestamente ecologistas, eso interesa a los políticos y a los histéricos grupos de presión, no al padre de familia que no llega a final de mes o al empresario que ve aumentar sus costes sin parar por culpa del intervencionismo estatal; elimine todos los impuestos a los combustibles; y sobre todo, tómese unas largas vacaciones y no haga nada; su trabajo nos hace perdedores a todos.