Los trabajadores pagan cada vez más impuestos a ese Estado que según tantos izquierdistas prácticamente ha desaparecido.
La historia de las ideas prueba que los mayores desatinos pueden ser perdurables. Por ejemplo, la caída del Muro de Berlín no acabó con el entusiasmo que suscitan las ideas comunistas, como la fantasía marxista de que la sociedad está de hecho dividida en clases, y que además luchan entre sí.
Si uno es capaz de creer eso, entonces ya es capaz de creer cualquier cosa, sobre todo si la ve repetida una y otra vez entre la secta que uno ha predefinido como la buena. Escribió el profesor Vicenç Navarro en Público que en las tres décadas posteriores a 1945 se frenó la malvada explotación capitalista por presiones políticas, especialmente por el
poder de la clase trabajadora, que presionó para que hubiera una redistribución de la riqueza (…) Fue precisamente esta presión la que creó un gran aumento del nivel adquisitivo y del bienestar de la clase trabajadora.
Esto no tiene mucho sentido, porque todos los Estados del mundo emprendieron políticas redistributivas, y no sugerirá el profesor Navarro que fue la presión proletaria la que elevó el intervencionismo social en la dictadura franquista. Está claro que le falta una teoría solvente que pueda explicar la dinámica política más allá de esos clichés marxistas, como esa idea de que el bienestar de los trabajadores depende de la «presión», y no de la productividad, el mercado y el capitalismo. También podría prestar algo de atención a lo que sucedió allí donde no existía la perversa explotación capitalista.
Pero el cuento del profesor Navarro continúa, y resulta que en las décadas subsiguientes se impuso el cruel neoliberalismo, por parte de (¿no lo adivina usted?) «la clase capitalista». Agárrese:
El neoliberalismo fue, y es, la doctrina e ideología que tenía como objetivo derrotar a la clase trabajadora, mediante bajadas salariales, el desmantelamiento de la protección social y la privatización de los servicios públicos del Estado del Bienestar.
Debe de estar el profesor Navarro de enhorabuena, porque si esos eran los siniestros designios neoliberales, su fracaso no ha podido ser más catastrófico. En efecto, la renta per cápita ha aumentado en las últimas décadas, en ninguna parte se ha desmantelado la protección social y los servicios públicos del Estado del Bienestar no han sido privatizados, como puede fácilmente comprobar cualquiera que se moleste en ver las estadísticas del gasto público, y en comprobar cómo los trabajadores pagan cada vez más impuestos a ese Estado que según tantos izquierdistas prácticamente ha desaparecido.