No es que sean unos cambios traumáticos, pero los Tratados con nuestros socios nos exigen hacerlos.
Y en eso estábamos, cuando surgen las voces de siempre (mejor dicho, la voz, que tampoco hay tantas interesadas en el tema) para recordar a los representantes del pueblo la necesidad de garantizar la neutralidad y la libertad en Internet.
De lo que sigue sin enterarse la voz, es de algo que las otras muchas voces ya apagadas, como la de Google, sí se han enterado. Y es que la neutralidad de la red no tiene nada que ver con la libertad en la red. Al contrario, la regulación de la neutralidad de la red es una amenaza contra la libertad en la red, incluso a la libertad de esa voz que está clamando por ella.
En primer lugar, Internet es en estos momentos libre, y en eso cabe poca discusión. Sin necesidad de regular nada en lo referente a su neutralidad, ocurre que los principales protagonistas de la misma no han podido o no han querido restringir la libertad. Así que el que pida regulación para obtener libertad (algo por cierto paradójico), debería demostrar que la libertad hasta ahora disfrutada está en peligro. Y para ello no basta gritar lo de que viene el lobo.
En segundo lugar, una regulación de la neutralidad de red atentaría contra la libertad. Directamente, contra la de los operadores y legítimos dueños de las redes de telecomunicaciones, a los que se impondrían límites en el uso que pueden hacer de sus bienes. Seguro que a la voz no le apetece que le digan lo que tiene que hacer con su blog, su coche y su casa.
Pero indirectamente también contra las de los internautas de los que la voz se erige en defensor. Porque, si se les deja libertad, los operadores, que están aquí para ganar dinero, y eso solo lo pueden hacer sirviendo a sus clientes lo que piden, tratarán de ajustar su capacidad de telecomunicaciones a las demandas que más valoren los individuos. Y si estos prefieren que los paquetes que llevan información sobre el estado en tiempo real de las carreteras lleguen antes que el millonésimo fragmento de una película iraní de hace 10 años, los operadores tratarán de hacer que así sea. De esta forma, los internautas tendrán libertad para elegir los servicios que les interesen, y los operadores, para darles los mismos en busca del beneficio.
Pero si se mete por medio algún burócrata diciendo que todos los paquetes son iguales, y enseñando a los operadores cómo hacer su trabajo, nada de esto pasará. Al contrario, serán los intereses del burócrata, su supuesto conocimiento técnico, los que guíen las decisiones de los operadores. Lo que llevará a una pérdida de variedad, de riqueza, e incluso a poner en riesgo la red. Vamos, nada de libertad y más bien todo lo contrario.
Es esperable de los políticos que traten de restringir el ámbito de libertad de los individuos, sobre todo en un mundo que aún no tienen controlado, como es el de Internet. Lo que no se entiende es que cuenten con cómplices en el mundo cuya libertad quieren cercenar. A ver si la voz se entera de una vez: en Internet es posible que haya neutralidad si hay libertad. Pero es seguro que no habrá libertad si se impone la neutralidad.