El origen está en la tabla rasa de John Locke y su ensayo sobre el entendimiento humano. El último año del XVII se publicó en Francia y causó gran impresión en Claudio Helvecio, quien tras decir que "Locke ha abierto el camino a la verdad", llevó la tabla rasa al tablero de las aulas. Si nuestro conocimiento viene de las impresiones del exterior, ¿por qué no cambiar las circunstancias para remodelar al hombre? Y ¿qué sitio más adecuado para modelar las conciencias que la educación? Entendía por ésta no sólo la escuela sino las circunstancias sociales impuestas por la legislación. El francés fue rescatado por Gregori Plekhanov, cuyo nombre no le dirá nada si no añado que es el fundador del marxismo ruso. De ahí a Lenin sólo había un paso.
Nuestra izquierda, tan cutre como la que más y con un espíritu totalitario que rezuman por los poros, ha hecho suya la pretensión de convertir a los hijos de todos en instrumento de sus sueños de transformación social. Los padres no tienen nada que decir, porque sus planes no tienen por qué coincidir con los de la izquierda, irredenta de sus viejas aspiraciones. Si se amoldan, bien, que siempre hubo una parte de la sociedad cautiva, encantada de gritar "vivan las caenas".
Pero otra parte de los españoles son aún conscientes de sus derechos y sencillamente no están dispuestos a ceder. Frente a la imposición de Educación para la Ciudadanía, el último de los arbitrios socialistas para hacer de la sociedad lo que ésta no quiere ser, se ha levantado una auténtica revuelta social, un movimiento de objeción de conciencia incomprensible para quien no concede el derecho de que los demás tengan conciencia propia. Ni un paso atrás es su lema. Ni un paso atrás, porque sería una traición a la defensa de nuestros derechos y nuestra libertad. Ni un paso atrás porque los socialistas están dispuestos a tomar todos los pasos adelante que sean necesarios para imponerse sobre cada uno de nosotros y nuestros hijos. Ni un paso atrás porque nos asiste nuestro derecho a desengancharnos del Estado cuando éste se arroga el poder de decidir por nosotros lo que nos concierne.