Por este motivo, unos gestores codiciosos pudieron apalancarse numerosas veces sobre su capital para adquirir productos estructurados que ni ellos mismos comprendían.
La sencillez de este argumento nos ofrece la solución a la regulares crisis económicas en bandeja: basta con regular al shadow banking; o, por expresarlo a la lacónica forma de la Cumbre del G-20 en Washington, que “ningún agente, ningún producto y ningún mercado” queden fuera de la regulación.
Las suspicacias de que esta teoría tenga algo de sentido y no suponga una mera excusa para ampliar hasta límites insospechados el poder del Estado deberían comenzar cuando nos damos cuenta de que el secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, es su principal defensor. ¿Por qué resulta sospechoso que Geithner se sume a la teoría del shadow banking? Básicamente porque su anterior cargo fue el de presidente de la Reserva Federal de Nueva York, es decir, uno de los encargados de supervisar la labor de los bancos.
La siguiente suspicacia debería provenir de la constatación de que bancos comerciales como Citigroup o Bank of America han tenido casi idénticos problemas a la banca de inversión.
Pero, sin duda, si algo debería hacernos caer del guindo debe ría ser la reciente quiebra de Caja Castilla-La Mancha –y lo que te rondaré morena– en España. En nuestro país no hemos tenido shadow banking: toda la banca estaba regulada y supervisada por el Banco de España, se la obligaba a dotar provisiones anuales para robustecerse ante las fluctuaciones cíclicas y no se ha invertido en productos estructurados (“en España no tenemos subprime”, decía). De hecho, Caja Castilla-La Mancha ha caído por préstamos a promotores impagados.
Pero si aquí no hemos tenido shadow banking y nuestro sistema financiero era el más sólido del mundo, ¿cómo hemos podido tener burbuja inmobiliaria y quiebra de entidades? Tal vez porque la teoría del shadow banking sólo pretende explotar la ignorancia.
No, el shadow banking no es el responsable y la hiperregulación financiera no es la solución. Los culpables, repetido desde el Instituto Juan de Mariana, son los bancos centrales y su permanente inflación crediticia que sirve para sostener a unos bancos privados que llevan décadas en permanente suspensión de pagos (su deuda a corto plazo es inmensamente superior a sus activos circulantes). Mientras no solucionemos esto, seguirá habiendo crisis económica, con o sin regulación.