Representantes de más de cien países se reunieron la pasada semana en Bonn para empezar a diseñar lo que los cursis llaman la “arquitectura de Kyoto post 2012”. Al mismo tiempo Stavos Dimas, Comisario Europeo de Medio Ambiente, se desplaza a Washington para poner en marcha su plan de salvación para el fracasado protocolo. Su idea es sencilla. Se trata de persuadir a George Bush de que a los EEUU les conviene ratificarlo. Por lo que cuenta Chris Horner en The Washington Times, Dimas va a necesitar algo más que un milagro para alcanzar su objetivo. El protocolo no se salvará en Washington.
El contexto de la reunión de Bonn es ese, el fracaso sin paliativos de Kyoto. No por sus nefastas consecuencias económicas y su nulo beneficio medioambiental que poco importan a los políticos europeos y que ya se sabía de antemano. La razón del fracaso es que tan sólo 33 países se han comprometido a reducir las emisiones de acuerdo con el Protocolo de Kyoto y de éstos solamente unos pocos parecen estar en condiciones de cumplir con lo que han firmado. España, gracias al buen hacer de sus ciudadanos en materia productiva, no cumplirá con lo pactado.
“Las condiciones para que España cumpla no pueden ser peores”, dixit Narbona. A simple vista el reconocimiento no tiene mucho mérito porque España está unos 45 puntos porcentuales por encima de los niveles de 1990 y prevé sobrepasar los 65 puntos en el período de compromiso lo que, debido al estrepitoso fracaso europeo, significará un mínimo de 73 puntos por encima de lo que nos obliga el artículo 4 del protocolo de Kyoto como país miembro de un grupo europeo que no es capaz de cumplir. Sin embargo, el cambio de versión oficial sobre la situación española hay que recibirlo con la alegría de quien va sentado en un autobús por una carretera de alta montaña con un conductor ciego y que de repente recupera la visión. Y es que, por increíble que parezca, hasta hace unas semanas la ministra seguía afirmando que España se encaminaba a cumplir. Desde luego, se ve que este gobierno aparte de talante tiene un humor muy peculiar. La recuperación de la visión parece haber traído algo de sensatez al ministerio. Ahora Narbona dice que “el gobierno va a trabajar para tratar de reducir la factura de Kyoto” cuando hace unos meses decía que el coste no iba a ser importante. Los que nunca estuvimos cegados sabemos que en este sentido no le faltará trabajo a la ministra. A modo de calentamiento podría sentarse a analizar cómo se está liando la cosa en el sector energético donde las cuatro principales empresas españolas han tenido que desembolsar 46 millones de euros entre enero y marzo para la compra de derechos de emisión.
En medio de este fiasco monumental se produce la reunión de Bonn de la pasada semana en la que Jürgen Trittin, ministro alemán de medio ambiente papel, ejerció de machote y campeón de la insensatez. Entre otras cosas afirmó que el sistema de racionamiento y comercio de derechos de emisión “ha demostrado ser exitoso” [Sic]. Trittin y los Jemeres Rojiverdes creen ver la prueba del éxito en el desasosiego que el experimento de Kyoto empieza a producir en alguno de sus débiles compañeros de juego y en muchos ciudadanos demasiado acostumbrados al nivel de vida occidental y a las bondades del mercado libre. Así que ni corto ni perezoso Trittin se reafirma en su línea ecototalitaria y propone nada más y nada menos que el Protocolo obligue después de 2012 a restricciones hasta seis veces más elevadas que las actuales. Eso, y lo que ya se da por hecho: prohibición de compra de derechos extras a quienes incumplan en el primer periodo y multas de hasta el 30 por ciento.
¿Qué va a hacer el gobierno español ante esta situación? ¿Aprovechará el estrepitoso fracaso del Protocolo y los datos de sus nefastas consecuencias económicas para sacarnos de esta locura intervencionista en la que nos metió –no lo olvidemos– el Partido Popular, o nos terminará de asfixiar firmando un nuevo Protocolo todavía más intervencionista y más dañino para el hombre y su entorno? Confiemos que prevalezca la sensatez y que en esta ocasión José Luis Rodríguez Zapatero supere a José María Aznar como estadista. Si es así, seguro que encontrará el apoyo de todos los amantes de la libertad.