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Obama, otro producto milagroso

Publicado en Libertad Digital

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Vota a aquel que prometa menos. Será el que menos te decepcione
W. M. Ramsay

Uno de los grandes defectos del ser humano es su fe ciega en los milagros, esto es, la esperanza de liberarse de sus responsabilidades y de obtener al mismo tiempo el mejor de los resultados posibles. Algo así, no tiene precio. Fíjense por ejemplo en estas pastillas y dietas para adelgazar o aquellos potingues que hacen crecer el pelo y los hombres buscan desesperadamente. Todos sabemos que no funcionan, pero ¿y si dieran resultado?

El día que Obama ganó las elecciones americanas, sus electores estaban eufóricos: habían comprado el mejor producto milagroso del mercado electoral. Sus seguidores decían: Obama abaratará la medicina, unirá a los sindicatos, nos sacará de la crisis, cambiará las guerras internacionales por la diplomacia, subirá el salario mínimo, incluso bajará los impuestos a los pobres y pequeñas empresas para subirlo a los ricos y grandes compañías. Vamos, será el primer Gobierno en la historia de la humanidad que dejará de ser fuerte con los débiles y débil con los fuertes. Lo que no se explica entonces es cómo Obama ha sido el candidato que más dinero ha recibido de Wall Street. De hecho, el Dow Jones se disparó el día anterior a las elecciones descontando ya su victoria, al día siguiente bajo por eso de "comprar con el rumor y vender con la noticia". Negros pobres y blancos ricos unidos por un mismo candidato. ¿Se ha dado cuenta de que aquí en España ocurre algo similar? Los "desamparados" votaron a Zapatero y las grandes compañías se han llevado los beneficios.

A diferencia del 99% de la población mundial, yo no espero que un político me tenga que subir el sueldo, sacar de la crisis en la que estamos o hacerme la sanidad más accesible. Sé que si el Gobierno me sube el sueldo por decreto ley, me van a despedir. Sé que si intenta sacarme de la crisis, será arrebatándome mi dinero para dárselo a alguna inmobiliaria o banco. Y sé, que si me hace la sanidad más accesible, tendré que aguantar largas colas, una sanidad ineficiente y médicos prepotentes e ineptos que jamás son responsables de sus errores.

Bush era el presidente de la Seguridad Nacional (con mayúsculas) y ha acabado arruinando al país, convirtiéndolo en un estado de sitio para sus ciudadanos con campo de concentración incluido (Guantánamo). Zapatero, era el presidente de la concordia, justicia social y prosperidad. Jamás ha habido en este país tanta crispación, mal funcionamiento de la justicia y crisis económica como ahora.

¿Y cuál es el mejor presidente entonces? Tal vez las cosas vayan al revés. El que menos haga, será el mejor. Estados Unidos nos da tres muestras.

William Henry Harrison. ¿Le suena? Difícilmente. Fue el noveno presidente de los Estados Unidos. Hizo el discurso de posesión a la presidencia más largo que jamás se había realizado hasta entonces, dos horas. Un mes después murió. Afortunadamente para los americanos, no le dio tiempo a hacer nada.

Millard Fillmore fue el decimotercero presidente de los Estados Unidos. Tuvo tantas peleas políticas durante su presidencia que tampoco hizo nada. Su mayor logro fue montar un baño en la Casa Blanca. Otro gran respiro para los americanos.

Warren G. Harding fue el presidente número veintinueve. Muchos historiadores lo tachan como el peor presidente de la historia americana. No pueden estar más equivocados. Nadie era capaz de descifrar las cosas que decía; no sólo porque no tenían sentido, sino porque se inventaba palabras a la hora de hablar y escribir. El periodista H.L. Mencken dijo de él que "tiene el peor inglés que haya visto jamás". No viajó mucho ni despilfarraba el dinero, daba los discursos en el porche de su casa.

Tenía fama de mujeriego, bebedor y ahí donde iba visitaba el show de variedades del lugar. Dos veces a la semana, montaba timbas de póker en la Casa Blanca. Evidentemente, un hombre con una vida social tan activa poco podía dedicar a las cuestiones de Estado. Fueron dos años donde los americanos se vieron libres de la tiranía de las buenas intenciones políticas.

Los políticos estrella, los que quieren hacer historia son las peores amenazas para el ciudadano libre. Lincoln, Wilson, Franklin Roosevelt, Bush (hijo)… Todos han hecho historia. Todos ellos han dejado su país en la miseria, participado en invasiones o guerras y han ampliado los poderes políticos por encima de la libertad de los ciudadanos. El mejor presidente es el que no tiene edificios a su nombre, ni bibliotecas, ni estatuas: el que nadie recuerda. Esperemos que Obama no haga más historia de la que ya ha hecho siendo el primer presidente negro de los Estados Unidos.

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