Todos los que nos oponemos a la asignatura, todos los padres que han interpuesto su conciencia ante la ley que la impone, todos los que han acudido a los tribunales para defender la libertad de educar a sus hijos, adoptan esa actitud rebelde porque, precisamente, no han amoldado sus conciencias, cuando aún eran tiernas, por el torno de Educación para la Ciudadanía.
¿Se lo imaginan? Forges sí. Una caterva de siervos siempre dispuestos a acatar las sabias indicaciones del Estado, a hacer propios los valores que les inculque. A renunciar a sus propios objetivos y ocupar ese vacío con los de nuestros gobernantes; sabios, bondadosos, fuertes. ¿Qué familia podrá compararse, en su pequeñez, con la encabezada por el pater estatal, con todos nosotros como hermanos? ¿Quién hablará de economía de mercado, de libertad personal, de autonomía, cuando todos hayan entendido que el egoísmo no tiene lugar en la sociedad del futuro? ¿Cómo albergar la odiosa pretensión de inculcar a los hijos unas ideas propias? Si para entonces ya no será necesario, ni posible, tenerlas.
¿Qué tendrá el diario El País que acoge a los progrefascistas a docenas? Será el tránsito desde el poder al poder entre el franquismo y el antifranquismo de varios de sus prohombres.
Parece, a la espera de contar con el texto del fallo del Supremo, que el tribunal no reconoce la objeción de conciencia porque ésta no está recogida por la Constitución. Pero si la conciencia de los individuos es anterior a la Constitución. Es nuestra y no hay ley que nos la pueda arrebatar. Tenemos derecho a ignorar al Estado cuando dicta normas que recaen sobre nuestra persona, nuestra familia y nuestra propiedad y que no se ajustan a nuestra conciencia, y eso va tanto por EpC como por la propia Constitución.
Es esta una lucha formidable entre la libertad y la imposición, entre la sociedad, autónoma y auténtica, y el Estado. Si se gana esta batalla, si una familia puede negarse a que sus hijos pasen por una asignatura impuesta desde el Gobierno, todo el edificio de la educación estatal estará en entredicho. El movimiento de objeción de conciencia ante la mili acabó con la conscripción por la fuerza de los hechos. Tiene que ocurrir lo mismo con la educación.
Además, ¿hay mejor educación para la ciudadanía que el ejercicio de la desobediencia civil?