El gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, que hizo de la bajada de impuestos su bandera y del tipo único en el IRPF su fórmula económica, ha incumplido sus promesas. Hasta cierto punto es lógico, puesto que el socialismo pretende esquilmar al ciudadano para redistribuir su dinero entre sus votantes, especialmente los más ricos (artistas e intelectuales, empresarios de los medios de comunicación, etcétera).
Se van a subir los impuestos sobre el alcohol (10%) y el tabaco (5%). Asimismo, se concede a las Autonomías la facultad de incrementar en un 2% el impuesto sobre la Electricidad. El pretexto de estas medidas no es otra que cubrir el dichoso déficit sanitario, especialmente el de Cataluña.
En primer lugar, no hay que olvidar que subir los impuestos indirectos viene a demostrar que la izquierda odia a sus votantes. Al final son los más desfavorecidos los que pagan el pato, ya que son este tipo de impuestos los que inciden en el consumo. Es más, se denominan “impuestos del pecado” (sin taxes), porque pretenden cambiar los hábitos de la gente al incidir sobre productos que se califican como “vicios”. La izquierda, tan preocupada por la libertad, quiere llevar a cabo políticas puritanas-victorianas y convertirnos en “hombres nuevos”, sin ningún tipo de vicios malsanos.
Por otro lado, desde el punto de vista meramente fiscal, estas subidas tienen un doble efecto recaudatorio. Como los impuestos especiales sobre el tabaco, la electricidad y el alcohol se adicionan al precio del producto y el IVA se aplica a la suma del precio y los impuestos fijados, no sólo se incrementa la recaudación en los porcentajes señalados, también el Impuesto sobre el Valor Añadido. De hecho, recientemente hemos podido saber que el incremento de precio de la gasolina ha permitido al Estado embolsarse 1.800 millones de euros adicionales por IVA e impuestos especiales. Así pues, resulta un tanto extraño que, a pesar de que el precio del petróleo sigue subiendo y, por tanto, el Gobierno vaya a recaudar más impuestos, pretenda elevar otros tributos.
Pero lo triste del caso es que no sólo hay argumentos morales y técnicos para repudiar el impuesto, también utilitaristas, ya que, como todo el mundo sabe, una de las ventajas competitivas que tiene actualmente España para atraer turismo son los bajos impuestos sobre el tabaco y el alcohol respecto de los vigentes en otros países de la Unión Europea. Los restaurantes, bares y discotecas ofrecen una serie de servicios de calidad a precios razonables en comparación con los que repercuten estados como Francia o Inglaterra. Si se incrementan estos impuestos, teniendo en cuenta que, al entrar en el euro, nuestros precios han crecido sustancialmente, el turismo se resentirá notablemente. Los hosteleros tendrán que subir sus precios, por lo que la gente consumirá menos y habrá más paro. Cabe temer que, a partir de ahora, salir por la noche vaya a convertirse en un lujo.
Financiar el gasto sanitario vía impuestos indirectos, como hemos podido comprobar, es un lamentable error. Además, intentar resucitar el ya quebrado sistema sanitario es tanto como querer revivir a un muerto. Por eso, es preferible reformar el sistema drásticamente.
Nuestra salud va en ello. Y ya se sabe que no hay nada más cierto que la muerte… y los impuestos.