A la susodicha no se le ha ocurrido otra cosa que acudir a la mayor feria de empresas de telefonía móvil, que se celebra estos días en Barcelona, para afirmar, muy rotunda ella, que bajará por decreto el precio de los SMS y la descarga de datos cuando se hacen en el extranjero si no lo hacen las operadoras antes del verano. Pero todas y cada una de ellas; no le sirve con que lo hagan las más importantes y que más clientes tiene. Es decir, que bajará las tarifas manu militari sí o sí.
¿Y eso que tiene de gracioso? Bueno, eso en concreto nada. Si hay una medida económica que ha mostrado su poca eficacia a lo largo de la historia es la de imposición de precios máximos. La economía de mercado funciona porque quienes participamos en ella simplificamos una información complejísima convirtiéndola en una cifra que llamamos precio. Lo expresaba bien Leonard Read en su clásico ensayo Yo, el lápiz. En él describía el proceso que seguían cada una de las partes que componían un objeto tan barato y sencillo como es un lapicero: la obtención de la madera en Oregon, el grafito extraído en Sri Lanka, los distintos componentes metálicos y de otro tipo para poder colocarle una goma, el procesamiento que requiere cada una de sus partes… Un proceso tan complejo que ninguna persona sabe realmente cómo hacer un lápiz. Pero esas personas se coordinan, y lo hacen a través del sistema de precios.
El fabricante de lapiceros puede saber, por ejemplo, qué madera le viene mejor, pero eso no significa que sepa cortarla, almacenarla y transportarla de la manera más eficiente posible. Pero comprando la alternativa más barata está premiando a los proveedores más eficaces. Seguramente compre ya hechas las gomas de borrar e ignore incluso de qué material están hechas. No le hace falta, porque hay otras personas y empresas especializadas en ello y que lo fabrican mucho mejor de lo que él lo haría nunca. Los precios reflejan costes de material y producción, entre otros; si se bajaran artificialmente se obligaría a las empresas a reducir la calidad o dejar de poner su mercancía en el mercado legal. Así que eso de que se quieran bajar precios porque sí es más bien peligroso.
¿Entonces, qué es lo gracioso? Pues que, seguramente sin quererlo, la comisaria Reding ha dejado entrever por qué quiere bajar los precios. La excusa suele ser ayudarnos a usted y a mí, simples mortales a los que el Poder, de tanto en tanto, deja unas migajas. Pero en esta ocasión los ciudadanos favorecidos serían, según Reding, los hombres de negocios europeos que podrían así moverse por nuestro continente con la misma facilidad que los norteamericanos por su país, sin tener que pagar facturas excesivas.
Es decir, que alterarán un precio de unos servicios que la mayoría de los ciudadanos no usa, o usa muy infrecuentemente, para que un grupo reducido y de alto poder adquisitivo pague menos. Lo que nunca dirá la comisaria es que los ingresos que las operadoras dejen de percibir por esta rebaja los repercutirán de algún modo, sea incrementando las tarifas, sea reduciendo o paralizando bajadas previstas en sus precios, sea reduciendo el mantenimiento de sus infraestructuras o empeorando aún más el servicio al cliente.
¿Pero eso es gracioso? Bueno, no. Lo gracioso es que entre esos favorecidos por la mano de la diosa Europa hay un grupo en concreto que seguramente les sonará de algo. Sí, los euroburócratas como la comisaria Reding. Este plan tendrá como resultado incrementarnos las tarifas o bajarnos la calidad de los usos que damos al móvil la mayoría de los europeos para que ellos paguen menos. Y a mí, qué quieren que les diga, cuando muestran tan a las claras qué son en realidad, los políticos me hacen bastante gracia.