El problema es que esta campaña pueda permitir al feminismo radical seguir avanzando en sus objetivos.
La primera vez que la opinión pública supo de la existencia de Juana Rivas fue en enero, cuando junto a Vanessa Skewes puso cara a una petición de Change.org que recogió 150.000 firmas para impulsar un cambio legislativo que prohíba que los menores vuelvan con sus padres si éstos han sido condenados por maltrato. No han sido los mejores rostros que podían buscar para esa campaña. La denuncia de Vanessa contra su marido fue sobreseída en España en junio por las «numerosas contradicciones» de su testimonio, única prueba de cargo. Ya antes se había archivado su denuncia en su Chile natal, donde residía. El denunciado, en la única noche que durmió en España para recoger a sus hijos, durmió en comisaría para evitar el riesgo de más denuncias falsas.
Y lo de Juana Rivas ya lo sabemos. Francesco Arcuri aceptó una condena de tres meses, en un proceso –el de conformidad– en el que eso, la pena, es lo único que importa y sobre lo que se negocia, y absolutamente nadie se encarga de investigar o aceptar los hechos probados que se consignan en la sentencia. Ese acuerdo de 2007 ha sido la base que le ha servido a Juana y a su asesora, Paqui Granados, para montar su plan: secuestrar a los niños y montar una denuncia por violencia de género que, basándose en ese precedente –tras el cual la pareja volvió a unirse dos veces y tuvo otro hijo en común–, sirviera para un doble fin: que Arcuri perdiera toda posibilidad de seguir siendo el padre de sus hijos y que se atendieran las peticiones políticas feministas de quitar la patria potestad a los condenados por maltrato.
Con el auto de este viernes, todo apunta a que los consejos del personaje más siniestro de esta tragedia han resultado contraproducentes, al menos para Juana Rivas y sus hijos. ¿Te importará algo, Paqui, cuando a Juana Rivas le retiren la patria potestad o incluso sea condenada a ir a la cárcel? ¿Te importará que unos niños se queden sin madre porque cometió el error de escucharte y hacerte caso? ¿O te irás a tu casa, harás la cena y dormirás a pierna suelta? Supongo que te importará lo mismo que te han importado tanto los niños como su padre. Eres una activista que, como tantas otras, ha hecho del feminismo su trabajo diario, y lo que te importa es cumplir los objetivos. Como tantas otras que trabajan de abogadas especializadas, funcionarias en consejerías, ministerios y centros municipales dedicados a «la mujer». El feminismo es un negocio del que viven muchas personas, y cuando tu sustento depende de una ideología, la ideología es siempre lo más importante. Mucho más que padres, madres e hijos.
Por eso lo que más celebro de la decisión de la juez es que haya decidido investigarte por inducción al secuestro de menores. Ojalá encuentre pruebas suficientes para que te condenen. Porque a Juana Rivas siempre se le podrán encontrar excusas, aunque ninguna que justifique robarle los hijos a su padre y robarle un padre a sus hijos. Pero a ti no. No eran tus hijos. Tú sabías perfectamente lo que hacías. No fue un acto de locura.
El problema es que esta campaña pueda permitir al feminismo radical seguir avanzando en sus objetivos. No porque vayan a lograr esos cambios legislativos para los que reunieron 150.000 firmas, sino porque el temor a que se use una condena como la de Arcuri en el futuro llevará a que muchos hombres ya no se avengan a firmar condenas por conformidad, ante el temor de que se usen para negarles a sus hijos; a que presenten más querellas por denuncia falsa para mejorar sus posibilidades de mantener la custodia; a que, en definitiva, se resuelvan por las buenas aún menos casos que ahora. Y el objetivo del feminismo radical, de las Paquis Granados de este mundo, siempre ha sido la destrucción de la familia, por heteropatriarcal y opresora. ¿Cuántos hombres van a seguir apostando por tener descendencia en esta sociedad sin hijos, cuando el riesgo es cada vez mayor? En Estados Unidos, a quienes copiamos casi todo lo malo, ya se habla de «huelgas de hombres». Aquí no tardaremos demasiado en ver lo mismo, si es que no está pasando ya.