El que iba a ser su golpe definitivo a George Bush, que los historiadores recogerían al estudiar su fracaso en la reelección, era en realidad un fraude que le había colado un fanático. Un comentarista de un blog vio algo que no cuadraba. Luego un blogger tras otro investigaron por su cuenta, dando razón del fraude periodístico. Un periodista de raza, un equipo a su servicio, toda una gran cadena de televisión, todo ello vencido por el ejercicio disperso de varios escritores en pijama.
El periodismo ha cambiado para siempre. Más que nunca ha pasado a ser una conversación policéntrica. Los roles del emisor y del receptor se entremezclan y las noticias están hoy más vivas que nunca. Los medios tienen miles de ojos escudriñándoles, como siempre. Pero ahora pueden responderles y corregirles como nunca. El itinerario de la información no acaba en el papel impreso o en su edición virtual.
Hay blogs dedicados a analizar el relato de los medios de comunicación y su ambivalente relación con lo que ocurre. Los hay especializados en medios concretos como Biased BBC o ABC Watch u observan los errores en todos ellos, como nuestros Malaprensa o El Observador.
Por otro lado las fuentes del periodista se amplían de modo exponencial. ¿Caen las bolsas mundiales? Tiene a los primeros economistas vertiendo en sus blogs sus juicios. ¿Atentado en Irak? Cuenta con un vecino de Bagdad con conexión a Internet y a la realidad de su ciudad. Es más, como las noticias son miradas a lo que ocurre y el periodismo disperso las multiplica, crean sus propias noticias, que a los medios de comunicación pasan desapercibidas. También dan la relevancia que tiene a un acontecimiento que no cabe en su agenda. Nuestra forma de informarnos ha cambiado para siempre y a mejor.