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Pobreza en América

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La maldad, la distorsión ideológica, el fanatismo. Es difícil dar con el porqué, con infalible insistencia, hay quien describe a los Estados Unidos como un país anegado de grandes bolsas de pobreza, que atenaza y paraliza a una parte importante de su población, como una excepción entre los países desarrollados. Y todo, se sugiere, por no seguir el opresivo y fracasado socialismo tamizado de los países europeos. Cabría pensar que la explicación de la insistencia en el mensaje es la necedad, dada la contumacia en el error. Pero como incluso esta tiene límites, cabe pensar en otras opciones. Es hora ya de contrastar el discurso antiamericano con algo de información sobre cómo son "los pobres" en los Estados Unidos.

La Oficina del Censo acaba de actualizar los datos de pobreza en los Estados Unidos, según los cuales 2003 es el tercer año consecutivo de aumento de la pobreza, que ahora se sitúa en el 12,5%, 35,9 millones de personas, desde el 12,1% de 2002. También ha aumentado ligeramente el número de personas sin cobertura médica, dato que ha variado muy poco en los últimos años. Habrá quien se sorprenda, pero es un resultado absolutamente predecible en plena recesión. El desplome del castillo de naipes de la nueva economía, alimentado artificialmente con una política expansionista en el crédito, no podía tener otra consecuencia. Cuando se dio en 2002 la noticia en de que el año anterior había aumentado la pobreza, busqué sin éxito el redactor que contara que era el primer año en que no disminuía, después de diez de hacerlo de forma consecutiva. En este año el dato oculto es el de que si bien han empeorado las rentas más bajas, la situación ha sido la misma para las medias y altas. Parece más conveniente sugerir que en el malvado país neoliberal siempre son los mismos quienes salen perdiendo.

La palabra pobreza nos sugiere una condición que en absoluto corresponde con la realidad de quienes están en el octavo de la población estadounidense incluido en esa categoría. De éstos, el 46% posee su propia casa, el 66% tiene aire acondicionado, casi tres cuartas partes de ellos tienen al menos un coche, y el 30% dos o más. El 97% tiene televisor a color y más de la mitad dos o más; el 78% tiene vídeo o DVD y el 73% microondas. Solo el 6% de éstos viven en casas con más de una persona por habitación. En los Estados Unidos hay apenas evidencia de malnutrición y menos de uno de cada 200 estadounidenses han pasado alguna vez en su vida por esa experiencia por motivos económicos. Luego solo una pequeña franja de los estadounidenses están verdaderamente en la pobreza. Si lleváramos el mismo criterio de pobreza a los países europeos resultaría que la Vieja Europa habla mucho pero da menos trigo que los norteamericanos. Por ejemplo, si comparamos a los pobres estadounidenses con las familias medias europeas, la ventaja es para los primeros en espacio medio de la vivienda.

A ello hay que añadir varias cosas. El Censo no incluye los beneficios que ofrece el Estado a los que tienen menos recursos, como Medicare y Medicaid (el sistema sanitario público), bonos de comida o vivienda pública. Es más, los datos se refieren a la renta, pero no tienen en cuenta la riqueza; es el caso de muchos jubilados, que no tienen los ingresos de cuando estaban en activo, pero han acumulado cierta riqueza. Pero si algo hay que tener en cuenta de los datos de pobreza, es la movilidad. Un informe ha estudiado la evolución de un grupo de personas de 1975 a 1991. Los datos son contundentes. De quienes en 1975 estaban en el quinto más pobre, en 1991 solo el 5,1% seguían en el primero, el 14,6% habían pasado al segundo, el 21,0% al tercero, el 30,3% al tercero y el 29,0% al más rico. Todo ello en solo 16 años. En resumen, es mayor la indigencia intelectual de nuestra progresía que la real de los pobres en los Estados Unidos.

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