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Podemos: el poder y la sonrisa

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La legislación de los políticos crea dependencia y descontento que es usado por los políticos para alcanzar el poder.

Algunos votarán a Podemos por su radicalidad contra la corrupción, contra el hastío que ha generado una clase política corrupta. Es por ser rupturista con lo sucio por lo que aglutinan el descontento popular y lo capitalizan en la figura del líder. Si el votante es más moderado y simplemente utiliza su voto a la formación morada como un instrumento de limpieza del sistema, siempre podrá pensar que la UE podrá domesticar a la fiera, impidiéndole montar una Venezuela chavista en suelo patrio. Es decir, que los costes serán reversibles.

Y esa estrategia de cambio, de sonrisa e ilusión es lo que explota llamativamente Podemos y lo que, al parecer, les funciona. En parte por el propio sistema representativo de nuestra democracia, que permite este tipo de distracciones y estrategias nebulosas que tratan de usar artimañas para edulcorar sus propósitos y capturar más votos. En una democracia directa prima más el tipo de política o medida concreta que se vota, mientras que en un sistema representativo cobra una especial importancia el componente humano, la afinidad con el ejecutor de la política, el líder que creará y aprobará las leyes y políticas propias de su ideología y sobre el que se delega dichas decisiones. Esto es una parte de la estrategia seguida por la formación de los círculos, al estilo neopopulista propugnado por Ernesto Laclau: aglutinar el descontento de varios fragmentos de la sociedad y darle forma en la figura del pueblo y su líder supremo que alcance el poder.

No en vano, el propio Pablo Iglesias resalta en el libro que coordina y del que también es coautor «Ganar o morir: lecciones políticas en Juego de Tronos», la relación biunívoca del poder y la legitimidad, de cómo el poder es un instrumento legitimador:

En el terreno de la política, no hay espacio para la legitimidad meramente en abstracto, para una legitimidad que no está dispuesta a convertirse en poder político alternativo y, en ese sentido, a disputar el poder.». O,»[…] para cualquier proyecto político (no meramente moral), sin poder no hay legitimidad.», «Por así decirlo, no existe una legítima legitimidad sin poder […]».

Es decir, algo así como que toda idea política no es legítima a no ser que se impongan por la fuerza del poder. De ahí la clara obsesión de esta ideología por asaltar los cielos, por tomar el poder, valiéndose de los problemas y el sufrimiento de los votantes y usándolos para conseguir este fin.

¿Pero es este el único populismo que se presenta a las elecciones? A mi juicio, y desgraciadamente, no. En realidad todos los partidos políticos beben de la misma fuente populista en la que abreva la formación chavista, aunque se presenten en distinto formato y, cierto es, intensidad. ¿Cuántas veces hemos oído a los políticos vendernos la creación de riqueza y prosperidad? ¿Qué legislación vamos a terminar blanqueando democráticamente el próximo 26J?

Tomemos por ejemplo una de las áreas que más nos importa a todos: el empleo. Todos los partidos políticos ofrecen un sistema legal que se inmiscuye en las relaciones laborales entre empresario y trabajador. En un país en donde la casi mayoría de proyectos empresariales son microempresas, en donde la relación entre el empresario y trabajador es sumamente estrecha y personal, el estado y la legislación que aprueban los políticos introduce un conflicto de primer orden en dicha relación.

Todo el que haya tenido que negociar una nómina sabrá la dificultad que le crea el hecho de que todo el sueldo que le paga al trabajador no le llegue como consecuencia de la cuña fiscal (es decir, y especialmente, las cuotas a la seguridad social a cargo del empresario y del empleado, el peor impuesto al trabajo de los existentes). Esta mordida vicia la manera en la que empresario y trabajador terminan plasmando la relación mutuamente beneficiosa que quieren voluntariamente establecer. Algo extraordinariamente positivo y creador de bienestar, se tiñe de recelo. Y esta intromisión que crea un malestar y desconfianza en esta relación tiene la penosa virtud de repetirte y reiterarse como un martillo pilón: el trabajador comprueba todos los meses que el empresario le paga poco, y el empresario, todos los meses, tiene que pagar más por un trabajador que cobra menos de lo que realmente le paga, con todas las consecuencias.

Hay una variedad de estudios econométricos que han tratado de cifrar quién soporta más esa cuña fiscal, es decir, si es el trabajador quien recibe un sueldo menor para compensar el parasitismo del Estado o es el empresario quien termina pagando ese sobrecoste. Y aunque sea el trabajador quien termine por soportar, a medio plazo, dicha carga (ya sea vía paro, y en consecuencia, menor sueldo ofrecido, aunque también depende de otros factores como el tipo de mercado, el valor que añade el trabajador, etc.), en el fondo, el daño en una de las más importantes relaciones cooperativas y productivas de la economía ya está hecho y tiene sus consecuencias.

La principal, la destructora y creadora de dependencia. Al torpedear esta relación económica se hace más difícil contratar y llevar a cabo una actividad económica. Todo lo cual no sólo deja de crear riqueza sino que la destruye, lo que provoca, en definitiva, menores sueldos de los que podrían haber habido de no mediar una imposición sobre el trabajo tan agresiva como la actual. Lo que ocurre, sin embargo, es que, al mismo tiempo, esta pauperización de las relaciones económicas sirve a los partidos políticos para ofrecer más legislación laboral que trate de mediar (de entorpecer) en este ámbito. Es decir, aprovechándose del descontento laboral (el paro o los bajos salarios creados por un mercado laboral absurdamente rígido y cautivo) el político se alza ante la ciudadanía para prometer la creación de empleo de calidad.

Esta estrategia descrita en el ámbito laboral es utilizada e implementada por todos los partidos, ya sea en el BOE o en sus programas electorales, y en la mayoría de los muchos ámbitos en los que influyen y regulan. Es decir, la misma que la usada más llamativamente por la formación morada: la legislación de los políticos crea dependencia y descontento que es usado por los políticos para alcanzar el poder… con una sonrisa.

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