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Políticos replicantes

Publicado en Libertad Digital

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El señor Nadal es intercambiable con cualquier político de izquierdas.

Sea por el teorema del votante mediano, conforme al cual los políticos se afanan por ocupar el centro de la distribución de sus electores para ganar las elecciones, o porque simplemente nos manipulan para conseguir nuestro voto, lo cierto es que los políticos suelen parecerse. Su estética y retórica puede ser diferentes, pero cuando perciben un mensaje atractivo, todos se apresuran a secundarlo.

El PP, sin ir más lejos, se ha apuntado a la «lucha contra los desahucios» y a la «lucha contra la pobreza energética», dos banderas de la izquierda que ha juzgado conveniente compartir. Es decir, compartir en su demagogia fundamental y en su mentira estratégica. En efecto, esas luchas dan como resultado algo que debe ocultarse a toda costa, a saber, el encarecimiento de las hipotecas y de la factura de la luz para los infortunados que sí pagan.

Otra muestra de la capacidad de los políticos de replicarse fue el gran pacto contra la violencia de género, ampliamente celebrado por todos, como si fuera un regalo de las Administraciones Públicas, y que de manera igualmente amplia ignoró a millones de mujeres, que se verán obligadas a pagar aproximadamente la mitad de la factura, cuyo total ascenderá a 1.000 millones de euros, nada menos. En Podemos son tan feministas que se abstuvieron, porque lo que querían era forzar a las mujeres a pagar todavía más.

A propósito de estos juegos malabares con la libertad y el dinero de los ciudadanos recordé una entrevista que le hizo Carlos Alsina al ministro de Industria y Energía, Álvaro Nadal, hace un tiempo en Más de Uno, en Onda Cero.

La entrevista tiene interés desde la perspectiva de este artículo, porque la conclusión que a mi juicio cabe derivar de la misma es que el señor Nadal es intercambiable con cualquier político de izquierdas.

El primer objetivo del político es engañar pretendiendo que lo malo es culpa de otros y que él está ahí para resolver los problemas. Esto tiende a ser falso siempre, pero lo es escandalosamente en el caso de la energía, que es un sector amplia y profundamente intervenido por las autoridades. Entonces, cuando se espera que el precio va a subir, aparece el ministro de turno a advertirnos de que eso, que es malo, no tiene nada que ver con él, sino con el clima, con la OPEP o con lo que sea.

Incluso más, en lo que tiene que ver con él, el señor Nadal asegura que solo merece aplausos porque la parte regulada de la tarifa está «congelada», como si eso no significara que hay que pagarla, y como si no significara que esa parte es completa responsabilidad de las autoridades. Esa responsabilidad es pasada por alto, y, de hecho, el ministro aludió a que si suben los precios es por culpa de las empresas, que «aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid» para subirlos. Pero por suerte contamos con las autoridades que van a estar «extremadamente vigilantes» para que el precio «suba lo que tenga que subir, pero ni un euro más». Una retórica deliciosa que sitúa al Estado siempre fuera del problema, y sólo dentro de la solución.

Y el mismo Estado que se ha ocupado de impedir la competencia en la energía asegura que se ocupará de que… haya competencia.

En fin, unos y otros, como el agente Smith.

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