El nombramiento de Pompeo confirma que Venezuela es uno de los frentes principales de la nueva guerra fría para Estados Unidos.
La estrategia internacional de Vladimir Putin es propia de una dinámica de la Guerra Fría, aunque tenga algunas características diferentes (Ver más: En América Latina la nueva guerra fría se decide en elecciones). La destitución de Rex Tillerson como secretario de Estado de EEUU es una muestra de que Donald Trump ha decidido responder con firmeza ante los crecientes desafíos lanzados por el ‘presidente-zar’ de la Federación Rusa. El nuevo jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, es un exdirector de la CIA de línea dura nombrado para hacer frente al exteniente coronel de la KGB, que rige el destino del país más extenso de la tierra desde el Kremlin. El régimen de Nicolás Maduro ocupa un lugar central en su agenda.
Si alguna vez existió buena sintonía entre los actuales mandatarios de Washington y Moscú, eso es cosa del pasado. En su discurso ante el Parlamento ruso, que no fue sino una reedición de las intervenciones de los secretarios generales del PCUS pero con infografías del siglo XXI y con una gigantesca águila bicéfala imperial de fondo, Putin cargó con fuerza contra EEUU.
La Administración de Trump también tiene a la política exterior del Kremlin en el centro de sus preocupaciones, según se refleja en la Estrategia de Seguridad Nacional, publicada en diciembre de 2017 (Ver más: La penetración rusa y china es el gran desafío a EEUU en América Latina y el Caribe).
En la definición de esa estrategia juega un papel fundamental la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el más destacado entre los innumerables organismos que forman la llamada ‘comunidad de inteligencia de EEUU’. De esta manera, sin duda alguna, Pompeo ha sido una pieza clave en la agenda exterior de Trump a la hora de definir riesgos y amenazas. El nuevo secretario de Estado es un duro, lo que se suele definir como un halcón, frente a un Tillerson que tal vez resultaba demasiado blando, aunque nadie le haya definido como paloma, para el actual presidente de EEUU.
Las declaraciones Pompeo cuando estaba al frente de la CIA no dejan lugar a dudas sobre su visión de Rusia como una amenaza para EEUU y el conjunto de las democracias occidentales, incluyendo las latinoamericanas. En un acto celebrado en enero en el influyente think tank American Enterprise Institute, fue contundente al hablar de Vladimir Putin: “Continúa viendo la disolución de la Unión Soviética como el gran fracaso del siglo pasado. Está dispuesto a devolver a la antigua URSS su grandeza y gloria. Es en lo que piensa cada día cuando despierta”. Añadió: “Está transmitiendo a su audiencia nacional la vuelta del poder imperial del pueblo ruso. No ha cambiado. Esta Administración es muy consciente de que tenemos que seguir presionando a los rusos donde sea que nos los encontremos”.
En ese mismo acto dejó claro que las prioridades de la CIA eran Corea del Norte e Irán, pero no sólo esos países: “Estamos trabajando a fondo para resolver problemas en Venezuela y África”. También afirmó que hay una serie de asuntos “que no se pueden clasificar como de segunda categoría, aunque no estén todos los días en las noticias. Ciertamente. Los riesgos en América del Sur son uno de ellos”. Agregó que “Estados Unidos está observando lo que acontece en cada lugar al sur de nuestras fronteras: México, América Central y Suramérica”.
Aumenta la dureza ante Nicolás Maduro
Dentro de América Latina, el régimen de Nicolás Maduro es la gran preocupación de Pompeo. En una entrevista concedida a la cadena Fox el pasado agosto, el entonces director de la CIA dijo: “Venezuela podría convertirse en un riesgo para Estados Unidos”. Y añadió: “Los cubanos están ahí; los rusos están ahí, los iraníes, Hezbollah, están ahí. (Venezuela) tiene el riesgo de llegar a un lugar muy malo, por lo que Estados Unidos debe tomarlo muy seriamente” (Ver más: Nicolás Maduro tiene más que afinidades ideológicas con el dictador sirio Bashar Al-Assad).
El nombramiento de Pompeo confirma que Venezuela es uno de los frentes principales de la nueva guerra fría para Estados Unidos. Por el momento, y en la etapa de Tillerson, desde Washington se logró tejer una firme alianza frente al régimen de Maduro de la que forman parte Canadá y la mayoría de los países de América Latina (Ver más: Trump se convierte en portavoz de América y Europa contra el régimen de Maduro).
Esto forma parte de la nueva versión multilateralista de la Doctrina Monroe diseñada por Washington para frenar la penetración rusa y china en el continente (Ver más: EEUU decide enfrentar a Rusia y China en América). Esta nueva versión quedará escenificada en la próxima Cumbre de las Américas en Lima, a la que acudirá Trump y en la cual Maduro ha sido vetado.
Tras el empresario blando y poco conocedor de los entresijos gubernamentales de Washington que es Tillerson, ha llegado la hora del halcón y espía Pompeo. Tiene una confianza por parte de Trump que nunca logró su predecesor, y además sabe moverse en las siempre complejas relaciones de poder de la capital estadounidense. Todo ello le favorece a la hora de diseñar una línea de mayor dureza hacia Putin y su aliado Maduro. Eso no logrará tumbar al ‘presidente-zar’ de la Federación Rusa, ni es el objetivo de EEUU, pero sí puede ayudar a contener el intento de reconstruir el poder soviético.
Sin embargo, y si no comete errores provocados por un exceso en su propia dureza, sí puede aportar mucho a la democratización de Venezuela. En su libro Alegato por la democracia, Natan Sharansky recuerda cómo la firmeza de Ronald Reagan ante la URSS, a la que definió como “imperio del mal”, supuso un apoyo moral para todos los disidentes de ese país. Eso ayudó a que se derrumbara el poder soviético y los sistemas comunistas llegaran a su fin en Rusia y el resto de Europa Central y Oriental.