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Porta Perales y el mal de nuestro tiempo: el totalismo

Publicado en Economia Digital

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Estamos en medio de un campo minado, en el que cada opinión en contra es la excusa para el insulto, donde se tolera poco el cinismo inteligente.

Totalismo es el título elegido para el nuevo libro del badalonés Miquel Porta Perales. Si ya había «roneado» con el liberalismo intelectual con La tentación liberal. Una defensa del orden establecido (Península, 2009) y había desenmascarado el pensamiento de izquierdas en La orquesta rosa: letra y música del pensamiento de izquierdas (Gota a gota, 2014), en su nuevo trabajo, publicado por ED Libros, Porta Perales da tres pasos adelante y se coloca en la cresta de la última ola.

Porque Totalismo aprieta la llaga que nos duele a todos quienes defendemos la libertad individual. Es el limón en la herida de heridas, porque no se trata de una crítica a un político o a un movimiento, sino a una manera de configurarse nuestra sociedad: la uniformidad como patología. Si el nombre hace referencia al psiquiatra estadounidense, Robert Jay Lifton, quien bautizó de esta manera el lavado de cerebro a que eran sometidos los prisioneros de la guerra de Corea y de la dictadura china, el contenido invita al lector a seguir la mirada ilustrada del autor, por los diferentes modos y formas que toma este mal que nos invade.

Efectivamente, vivimos en un entorno en el que han logrado inocularnos pánico moral al individuo y se ha sustituido la crítica y la formación de la propia opinión por la delegación de lo más esencial del ser humano, de forma que no somos sino una masa homogénea.

No es un libro centrado en la política o el pensamiento nada más. Por supuesto, una persona coherente como él, aborda el tema de la identidad catalana y el precio de salirse del caminito marcado en rojo por la «ortodoxia independentista». No esperaba otra cosa. Y no puedo por menos que recordar a Félix Ovejero en este punto.

Pero Miquel no se limita a opinar, no solamente de Cataluña o de la sociedad, sino que, como ya acostumbra, junto con la opinión de aquellas personas que le han podido inspirar, como Aznar, por poner un ejemplo, también ofrece al lector un abanico de reflexiones de los grandes intelectuales, los que hay que leer, los pensadores que nutren tanto si estás de acuerdo con ellos como si no lo estás.

Porta Perales, junto a los temas fundamentales más densos, señala otros aspectos más cercanos y reconocibles en los que reina el sometimiento, y a los que nos entregamos casi impúdicamente. Desde la necesidad de «ser feliz» siguiendo el manual del gurú de turno, la imposición de lo saludable en los términos que quienes dicen que saben, la alimentación y el ejercicio pautados, hasta las modas, el lenguaje y casi todo lo que nos rodea, el autor no deja pasar ni una ocasión para sustentar la idea, con la que estoy de acuerdo, de que vivimos bajo el yugo del totalismo. Y yo añadiría: que financiamos y al que estamos agradecidos.

En este universo orwelliano en el que el Gran Hermano no es una persona sino la propia mentalidad de la sociedad, que ha sido víctima de su propia estulticia y de una infinita desidia, es difícil ver una salida.

He tenido que recurrir al origen, al psiquiatra Robert Jay Lifton, para encontrar una lucecita: el yo proteico, aludiendo a las mil formas que adopta Proteo. Dice el mito griego que el dios del mar, súbdito de Poseidón, cambiaba de forma para no tener que contestar a quien le requería para que predijera el futuro.

Lifton propone un ser humano con capacidad para abarcar la pluralidad, de contemplar diferentes puntos de vista, de considerar diferentes escenarios, como salida a este lavado de cerebro en el que estamos inmersos. No se trata de defender conceptos tan vacuos como la Alianza de Civilizaciones o el «pluralismo», y otros que han dado lugar a una sociedad blandengue, amorfa, con jóvenes inseguros, poco asertivos y con escasa capacidad crítica. Se trata de entrenar la capacidad de someterse a conflictos internos, esos que duelen, nos cuestionan y nos hacen crecer.

No es fácil, estamos en medio de un campo minado, en el que cada opinión en contra es la excusa para el insulto, donde se tolera poco el cinismo inteligente, en el que el linchamiento público es deporte nacional y, por otro lado, se disculpa la peor de las atrocidades cuando conviene sin entrar a discutir las razones. Ser conscientes de esta situación es fundamental para solucionarlo y ese es el logro y la virtud de Totalismo: nos pone un espejo delante en el que reconocernos.

El libro de Miquel Porta Perales, que tendré el honor de presentar este sábado es un buen comienzo para caminar hacia la salida de esta niebla que nos envuelve.

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