En efecto, varias empresas de gran perfidia e inconmensurable ambición estaban conspirando a nuestras espaldas con la inconfensable intención de abusar de nosotros, de hacernos padecer tormentos sin límites, de extraernos hasta la última gota de sangre. Sólo Dios sabe qué malvados planes estaban pergeñando para ello. Pero, al final, los intrépidos vigilantes del mercado, supongo que con gran riesgo para su integridad, han conseguido impedir la alianza.
Me refiero, claro está, a Yahoo, Google y Microsoft. Estas tres empresas llevaban haciendo combinaciones y permutaciones durante todo el año para ver cómo aliarse en el proceloso mundo de internet. Los últimos intentos correspondían a Google y Yahoo, tras un primer movimiento de Microsoft. Pero todo ha sido en vano: las constantes "preocupaciones" mostradas por las autoridades de la competencia ante estos movimientos las han llevado a desechar cualquier intento de colaboración, por lo menos durante un tiempo.
Lo único que queda por explicar es cómo esos "mafiosos", producto de esa jungla en que se ha convertido últimamente el libre mercado gracias a la falta de regulación, hubieran podido explotarnos. ¿Acaso nos habrían encadenado "virtualmente" a sus páginas web? ¿Tal vez nos habrían torturado con melodías de tonos al entrar en las mismas? ¿O algo mucho más sutil, no sé, fotos de políticos contando chistes?
Seguro que con el acuerdo que negociaban buscaban ganar más dinero, nadie lo puede dudar. Pero, en un mercado libre, esto sólo se puede conseguir con más y mejor servicio para el individuo. Porque, a menos que esté equivocado, aunque se unieran todos los Yahoos, Googles y Microsofts del mundo, serían incapaces de obligarnos a gastar un solo euro en sus servicios, ni a nosotros ni a los posibles anunciantes o quien quiera que se pensara perjudicado por la situación.
¿Cómo pueden volverse las "malas" de la película unas empresas si están donde están precisamente porque nos han prestado unos servicios estupendos y han hecho mejorar nuestra calidad de vida? Si ellos, que tan bien han realizado su trabajo, pensaban que uniéndose lo podían hacer mejor, ¿hay alguien legitimado para ponerlo en duda? Repito, sólo haciéndolo mejor podrían ganar más dinero.
La cuestión queda para la Comisión Europea y para las demás autoridades de competencia "preocupadas" por los posibles efectos de estos acuerdos. Todas ellas, organismos ajenos al mercado, a la competencia y al servicio a los individuos pero que –estas sí– sobreviven con nuestro dinero, lo queramos o no.
Obviamente, de la verdadera conspiración aún no estamos a salvo.