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Privaticemos las frecuencias

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El Instituto de la Mujer se creó en época de UCD, cuando llegó la primera ministra al Gobierno, aunque ésta por méritos propios.

Lo cierto es que hay mucho que mejorar, aunque yo no creo que la acción política sea el mejor camino. El objetivo de tanta legislación de apoyo a la mujer es encomiable. Además de ser injusto, es una pérdida de talento no aprovechar el de la mitad de la población. Pero en la carrera de los talentos, igualdad ante la ley y plena libertad son los campos más feraces.

Yo creo en la sociedad, en su desarrollo autónomo, espontáneo. No creo que éste lleve a la solución óptima en cada segundo, porque estamos muy lejos de ser perfectos y porque somos abigarrados y contingentes, estamos aferrados a usos enraizados en la sociedad en que vivimos y somos más reacios al cambio que al error. Pero también creo que en una sociedad libre unos cuantos pueden ver oportunidades de beneficio en otra forma de hacer las cosas, y que si tienen suerte y les va bien, su ejemplo servirá para un número creciente de personas.

Digo todo esto porque veo que se recorre las oficinas patrias un virus resistente a cualquier razonamiento y del que tiempo ha que se inmunizaron nuestros vecinos. Es como si conviviésemos con la peste bubónica mientras franceses, alemanes, italianos y demás la tuviesen que estudiar en los libros de historia medieval. Se trata de las horas-fachada. Esas horas que uno pasa en el trabajo por no salir antes que el jefe, por justificar con la mera presencia el sueldo, o por evitar llegar a casa y echar una mano en las labores domésticas.

Se puede ser una gran empresa eléctrica en España y mandar a casa a sus trabajadores a las tres de la tarde, y no me estoy inventando nada. Se puede exigir a los trabajadores que sean productivos en las horas que están en el trabajo, y es legítimo sospechar de quien no ha terminado su labor en las horas que tiene para sacarle adelante.

Todo ello es posible y creo que, en general, sería beneficioso para ambas partes. Además, los hombres y las mujeres pueden compartir más fácilmente las tareas de casa si están antes en ella. Y si echar más horas en el trabajo pasa de ser un expediente a motivo de una sospecha de incompetencia, se comprenderá mejor a muchas mujeres que desean trabajar en el mercado y también en casa, sin que por ello tengan que frenar su carrera profesional. Menos horas en el trabajo y más aprovechadas; esa es la gran revolución laboral pendiente en España, y lo que más servicio haría a la situación de las mujeres. Apuesto lo que quieran a que en menos de cinco años este asunto forma parte del debate nacional.

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