Que no se me malinterprete. Cada cual tiene derecho a expresar lo que piensa o cree, por asqueroso que sea, siempre que utilice sus propios medios. Sin embargo, el resto de la humanidad no tiene por qué otorgar los recursos para que se exprese ni tampoco la obligación de escucharle.
El librero nazi (dirigente del extinto grupo nacionalsocialista CEDADE y vendedor de obras como Los protocolos de los sabios de Sión, Mi lucha y otros tomos destinados a fomentar los odios, prejuicios y creencias propios de los seguidores de Hitler) ha sido condenado por “difusión de ideas genocidas” debido al catálogo de su tienda. Las obras a la venta en la librería de Varela son una prueba de que también resulta falso eso de que todo libro tiene algo bueno. Los demandados por los clientes de la Librería Europa no son más que una colección de basura sin cuya existencia el mundo sería un lugar mejor. Si nunca se hubieran escrito Los protocolos… o Mi lucha es probable que millones de vidas que fueron arrebatadas de forma violenta hubieran seguido su curso normal. Lo mismo que ocurre con El manifiesto comunista o cualquier obra de Lenin o Mao Tse Tung.
Sin embargo, y a pesar de lo anterior, es un error condenar a Varela. Quien niega el Holocausto, difunde ideas nazis o expande creencias de tipo antisemita, racista, xenófobo debe ser objeto del más duro escarnio social, pero nunca de persecución legal. Recurrir a la prohibición, los tribunales y la prisión es una reacción comprensible, pero equivocada.
Al condenar a Varela por la venta de libros plagados de mentiras y fanatismo, cobran apariencia de veracidad las falsedades preferidas de los nazis modernos. Estos últimos, parte de la izquierda autodenominada “antisionista” (que no deja de ser antisemita) y los islamistas, dicen que está “prohibido investigar el Holocausto”. No es cierto; las obras negacionistas no se fundamentan en investigación alguna, aunque aparenten hacerlo. Sin embargo, al proscribir su difusión sus autores y seguidores pueden mostrarse como víctimas y ganar credibilidad ante otras personas.
Por mucho que se impida que Varela y similares continúen con sus negocios, e incluso aunque se obligara a otras librerías a dejar de vender libros nazis y negacionistas, los difusores de la mentira encontrarán vías alternativas de propagación. Mucho más en la era de internet. La prohibición no sirve para nada. La mejor respuesta ante ellos es la condena social y la divulgación del verdadero horror que supuso el nazismo y los campos de exterminio.