Se echó hacia la izquierda y abrazó al nacionalismo hasta ahogar a ambos. Izquierda Unida prácticamente ha desaparecido y los nacionalismos siniestros se han deshinchado, cediendo ambos votos y poder al Partido Socialista, otrora PSOE. Prueba de ello es que en la comunidad más socialista y nacionalista de España, Cataluña, el PSOE saca al PP más diferencia en número de diputados que la que obtiene en el conjunto de nuestro país.
Parte de esa estrategia, una parte central, axial, es la marginación política y social del Partido Popular. Las manifestaciones en la calle le salvaron al partido de Rajoy, a pesar de las dudas de su líder, de esa marginación social. La marginación política, con la mancha del paro adherida a la chaqueta de Zapatero, ya no es tan fácil de mantener. La memoria histórica, la guerra de Irak, el aborto… todas las estrategias para colocar al PP fuera del nuevo marco político siguen teniendo fuelle, pero a excepción del último lo pierden a ojos vista.
Estas elecciones, gallegas y vascas, pueden haber marcado el comienzo del fin de la estrategia radical. El PP ha ganado en Galicia frente al tandem entre el PSG (no olvidemos que Zapatero ha dicho que votar a Touriño es como hacerlo a él) y el BNG. Esa estrategia ha fracasado tanto por la derrota nacional-socialista como por la victoria del PP. El PSOE no ha dado la vuelta en Galicia, aún fagocitando a sus socios nacionalistas, y el PP puede presumir de haber obtenido una victoria electoral; ya no se le puede orillar tan fácilmente.
Por lo que se refiere al País Vasco, otro íntimo amigo de Zapatero, Patxi López, tendrá que elegir entre el constitucionalismo y el nacionalismo. La primera opción supone gobernar con el apoyo, aunque fuera condicionado, del Partido Popular y de Unión Progreso y Democracia. Adiós al aislamiento del PP. La otra opción pasa por apoyar a Ibarretxe (el PNV jamás votaría por López), lo cual sería visto como una traición por una parte de sus votantes y un motivo de desgaste continuo de Zapatero en el resto de España.
Estos resultados, más que un éxito del PP son un fracaso de la estrategia radical de Rodríguez Zapatero.