Cass Sunstein, escribiendo en el blog de Lawrence Lessig, expresó recientemente sus dudas acerca de la analogía entre los mecanismos de información que definió Hayek, como el lenguaje o el sistema de precios, y otros surgidos recientemente como las bitácoras, el software libre o Wikipedia. Sunstein parece tomar de Hayek tan sólo la descripción de cómo el orden espontáneo –es decir, las consecuencias no deseadas ni buscadas de la acción humana– es capaz de agregar información dispersa de una forma sorprendentemente precisa. Así pues, Wikipedia sería un gran ejemplo de “proceso hayekiano”, pues consigue centralizar el conocimiento de sus miles de colaboradores y corregir sus propios errores.
Sin embargo, Sunstein no se fija en que la agregación de contenido no es todo y quizá, ni siquiera es lo más importante de los órdenes espontáneos, como indica Todd Zywicki en el blog The Volokh Conspiracy. Lo asombroso del sistema de precios no es sólo que agregue un montón de información sobre las preferencias de los consumidores o los costes de producción en una sola cifra, sino que esa misma cifra sirve para que consumidores y productores vuelvan a cambiar preferencias y costes. Es un proceso dinámico, en el que la información generada vuelve a los agentes para que les ayude en su acción lo que termina volviendo a cambiar la información. En un proceso coordinador, que permite a las personas ajustar mejor su comportamiento a las demás. En un proceso en el que no cuentan las intenciones de los actores que participen en él, pues esta no cuenta en el resultado final.
Lo mismo cabe decir del lenguaje o de la ley, otros dos ejemplos clásicos del tipo de proceso que Hayek definió. El lenguaje va cambiando según lo van inventando las personas, que lo comunican a otras hasta que una innovación se va haciendo general en una comunidad lingüística. Según sucede, esas palabras nuevas van siendo utilizadas de nuevo para crear otras. Y todo ello sucede aunque la intención original de los innovadores fuese crear un lenguaje propio y privado, como sucedió con el lunfardo. El imperio de la ley, entendido al estilo anglosajón de construcción mediante precedentes, va cambiando las reglas de acuerdo a las actuaciones de los individuos mediante decisiones de jueces . Del mismo modo, los individuos toman nota de dichas decisiones para cambiar su modo de actuar, esperemos que generalmente para ajustarse mejor a la ley.
Visto desde ese punto de vista, es difícil considerar que un blog, Wikipedia o el software libre sean procesos. Todos agregan información dispersa (en el caso de una bitácora a través de los comentarios y de otros blogs) y ésta se centraliza pero no vuelve a dispersarse en ese proceso dinámico que hemos descrito ni tiene una función coordinadora. Los objetivos está marcados y la información se provee con ese fin. No existe, en definitiva, un orden espontáneo.
Pero, ¿y la blogosfera en general, la conversación que tiene lugar a través de Internet? El periodismo disperso permite agregar la información a través de los enlaces y las referencias que se hacen las bitácoras unas a otras. Es un proceso que permite coordinar las acciones de informadores e informantes. Es eminentemente dinámico, en el que lo que se escribe en una bitácora afecta a lo que se dirá en muchas de las demás, lo que de un modo u otro vuelve a reflejarse en el blog original; la blogosfera es una serie de conversaciones. Finalmente, permite obtener una información precisa aunque la intención de muchos de sus participantes sea ofrecer una visión partidista sobre la realidad, porque el filtro que supone la comunicación directa con lectores y los demás escritores de bitácoras permite que sea aquello de interés real lo que termine dominando la conversación. El periodismo disperso es un orden espontáneo; de ahí su poder.