En 2016 las ventas de material bélico ruso en todo el mundo superaron los 14.000 millones de dólares.
Desde la llegada de Vladimir Putin al poder se instaló entre las autoridades rusas (y buena parte del pueblo) el sueño de volver a ser una superpotencia mundial que mire cara a cara a Estados Unidos. El inquilino del Kremlin ha emprendido una acelerada carrera de modernización de sus Fuerzas Armadas. Entre 2008 y 2016, mientras los países de la Unión Europea recortaban su presupuesto en Defensa por la crisis económica, la Federación Rusa aumentó su gasto militar en un 30%.
Ha invertido tanto en armamento convencional como nuclear. Solo el año pasado, por ejemplo, adquirió 41 misiles balísticos intercontinentales. En 2016, el presupuesto militar de Moscú alcanzó los 3,14 billones de rublos (50.992 millones de euros y 54.134 millones de dólares al cambio actual) y la previsión era un incremento del 44% en los siguientes tres ejercicios.
Este aumento del gasto militar se transforma en hechos. La Federación Rusa ha hecho de Kaliningrado, su enclave encajado entre las repúblicas bálticas y Polonia, la región más militarizada de Europa. Además, se ha anexado oficialmente Crimea y ha armado a los “separatistas” rusófonos ucranianos, a los que ha apoyado con una invasión militar no reconocida (con el envío de tropas y armamento sin distintivos oficiales).
Economía débil para una superpotencia militar
Sin embargo, Rusia no tiene capacidad económica para mantener a largo plazo este pulso militar con Occidente. Con una población de 143,5 millones de habitantes, su PIB estimado fue en 2016 de algo menos de 1.268 millones de dólares (1.196 millones de euros) y el FMI estima que en 2017 alcanzará poco más de 1.442 millones de dólares (1.368 millones de euros). Para contrastar se puede señalar que España, con una población de 46,77 millones de habitantes, registra unas cifras casi idénticas. Su PIB estimado en 2016 fue de algo más de 1.242 millones de dólares (1.178 millones de euros) y el FMI calcula que crecerá en un 2,3%, muy por encima del 1% previsto para Rusia.
La caída de los precios del crudo, así como las sanciones occidentales por la intervención en Ucrania, están teniendo un costo evidente para Rusia. En ese escenario, por años Putin ha priorizado el gasto militar sobre otros. Pero eso parece ya cosa del pasado. A pesar de que el Gobierno ruso siga presumiendo de la mejora de su Ejército, ha llegado la hora de las vacas flacas. En los presupuestos de 2017 el gasto militar se ha reducido sensiblemente. La partida destinada a Defensa se ha reducido desde los 3,14 billones de rublos antes señalados hasta 2,84 billones de rublos (46.576 millones de euros y 49.075 millones de dólares).
Exportaciones no ideológicas a América Latina
La apuesta rusa para mantener el pulso pasa por aumentar sus exportaciones de armamento. América Latina es una región en la que está muy presente. Moscú anunció a finales de enero que su nuevo avión de combate, el MIG 35, podrá comenzar a exportarse a la zona a partir de 2020. El previsible primer comprador será Perú, cliente fiel de la industria militar rusa desde la época soviética. Este país cerró recientemente una compra a gran escala (24 unidades en total) de helicópteros multipropósito Mi-17 y el grueso de su fuerza aérea está formado por distintos modelos de aparatos MIG, Su y Mi.
Las exportaciones militares rusas a la región no atienden a ideologías. Entre sus clientes más importantes figuran Argentina (incluyendo la compra de 15 aviones de combate este año), Brasil, Colombia, México, Nicaragua y Venezuela. Este último país ha disminuido sus compras en los últimos años debido a la difícil situación económica por la que pasa. En 2015, Bolivia se sumó a esta lista. Eso sí, en términos relativos la región ha perdido peso como importador de material bélico de Rusia. En 2015 pasó a representar un 2% de sus ventas frente al 8% del ejercicio anterior.
El motivo principal no es, sin embargo, una caída de las ventas a la región. La razón última es que Moscú ha incrementado sus clientes en Asia y África. Solo en 2016 las ventas de material bélico ruso en todo el mundo superaron los 14.000 millones de dólares (13.265 millones de euros), según datos ofrecidos por el Gobierno de Moscú, frente a los menos de 13.000 millones de dólares (12.309 millones de euros) del ejercicio previo. El interés del Kremlin en la región se mantiene intacto, y no solo como válvula de escape a su maltrecha economía. Vender armas en Latinoamérica forma parte del pulso que echa con Estados Unidos y la OTAN.