Este lunes, un día antes de que Francia asuma la presidencia de la Unión Europea, Sarko se ha desparramado encima todo el frasco de grandeur française que regalan por arrobas con el muy republicano aposento de los Campos Elíseos y ha dicho que “Hace falta cambiar profundamente nuestra forma de construir Europa”.
¿Qué Europa es esa que es necesario construir? Uno, que es algo ingenuo, pensaba que Europa ya existía. Pero nuestro viejo continente, está claro, no está a la altura de los ideales de este y otros grandes “constructores”. Una casa, un chalet, una auténtica construcción, posee líneas rectas y perfectas; acaso curvas buscadas y armoniosas. Guarda una proporción entre cada uno de los elementos y los fines a los que sirven. Todo está colocado a propósito, erigido según diseño, construido, sí, por decenas de obreros al servicio de un único plan director. Ninguno de los elementos de esa construcción tiene vida propia, sino que es pieza sin más voluntad que la que le preste el obrero, que a su vez se somete al designio del arquitecto; del gran arquitecto.
¿Hay que construir Europa? Su geografía y orografía son de lo más irregular y probablemente inconveniente para un racionalismo tan consciente como el francés, pero con esa naturaleza hasta el momento no ha podido. ¿Y con la naturaleza humana? ¿Y con las personas de carne y hueso? ¿Somos tejas y ladrillos al albur de los designios de los políticos? Si se diese el caso de que las preferencias de los ciudadanos, de los europeos, no fueran las mismas de quienes hablan de “construir Europa”, ¿Quién tiene que resignarse a ceder ante el otro?
Lo sabemos perfectamente y Sarkozy lo ha dicho este caluroso día último de junio de 2008: el “no” que los irlandeses han dicho al Tratado de Lisboa “es una vuelta atrás”, lo cual querrá decir que centralizar más el poder político en Bruselas es un paso adelante. Con lo amantes que somos del progreso, claro está que no nos podemos permitir que nada entorpezca… la “construcción de Europa”. Preguntar a la gente es un estorbo; un incordio. Una cosa antigua, reaccionaria; algo del pasado. “Ha habido un error en el modo de construir Europa”, sigue nuestro hombre, que en un esfuerzo diplomático que está sólo al alcance de unos pocos grandes hombres, forzará a todos los Estados restantes a aprobar Lisboa volis nolis. Y cuando Irlanda quede aislada, se la lleva a votar una y otra vez hasta que el resultado concuerde con el designio de los constructores.
Si esa es la Europa que Sarkozy quiere construir, yo no la quiero.