Aquí tiene la SGAE unas cuantas denominaciones más que considerar cargadas de desprecio hacia la actividad que desarrollan Serrat y Sabina. Pero se equivocarán Juan Herrera, José Luis Borau, Teddy Bautista y compañía con esa apreciación.
El desprecio no es hacia la actividad que desarrollan como cantantes, músicos, cantautores o como quiera que se consideren ellos mismos, sino hacia su comportamiento y el de otros miembros de ese autodenominado "mundo de la cultura" en otros ámbitos. En mi caso, la falta de aprecio y la antipatía es debida a sus insultos a quienes no piensan como ellos o votan a un partido que a ellos no les gusta, a la criminalización de todo aquel que osa criticar sus privilegios y, en eso se salva Sabina, por presentarse como víctimas perpetuas para justificar el canon digital.
El directivo de la SGAE al que le ha tocado dar la cara en esta ocasión achaca la oposición a la denominada compensación por copia privada a un supuesto desprecio a la imagen del creador. Como diría un buen amigo mío, con más claridad pero de forma menos adecuada para un artículo, las excusas son como el lugar donde la espalda pierde su casto nombre: todo el mundo tiene una. El revuelo causado por el canon no se debe a eso. El motivo radica en que se trata de una apropiación ilegítima, por muy legal que sea, del dinero ajeno.
Tiene razón Herrera en una cosa. No sólo la SGAE cobra del canon, aunque sea la que más tajada saca del mismo. Hay otras entidades que también se llevan un buen pellizco, como DAMA o la muy querida por el ministro de Cultura CEDRO. Pero que los beneficiados por un sistema consistente en quitar a los ciudadanos para dárselo a unos privilegiados sean muchos no quita gravedad al asunto. Así que puede quedarse tranquilo el sorprendido señor, todas ellas merecen la misma falta de consideración por falta de los españoles.