Derogar a estas alturas la reforma laboral constituiría un torpe y doloroso error.
El mercado laboral español sigue siendo, a grandes rasgos, un desastre: a pesar de que llevamos cuatro años de fuerte expansión económica, tenemos la segunda tasa de paro más elevada de la Unión Europea y la más alta tasa de temporalidad. No se trata, además, de un problema excepcional de la presente depresión: en todas las crisis posteriores a 1980, se ha reproducido el mismo patrón de alto desempleo y alta temporalidad. Algo falla gravemente en nuestro mercado de trabajo, y no es ni nuestra estructura económica ni la reforma laboral de 2012.
Sin embargo, y pese a estos malos mimbres institucionales, el comportamiento del mercado laboral durante este último año ha sido apreciablemente positivo en tres aspectos: el alto ritmo de creación de empleo, la reducción de la tasa de parcialidad no deseada y la estabilización de la tasa de temporalidad.
Creación de empleo
El número de ocupados en España ascendió a 19,3 millones de personas en el segundo trimestre de 2018: la cifra más elevada desde el cuarto trimestre de 2008. Con respecto al mismo periodo de 2017, el incremento ha sido de 530.000: un crecimiento del 2,82%; con respecto al segundo trimestre de 2014, la mejoría ha sido de prácticamente dos millones de nuevos empleos: un aumento del 11,5%.
En ocasiones suele afirmarse que esta intensa creación de puestos de trabajo se debe a una redistribución del número de horas trabajadas: “Donde antes había un empleo de ocho horas, en la actualidad hay dos de cuatro”. Y siendo cierto que el número de horas trabajadas se redujo durante la crisis (esa fue la forma que encontraron muchas empresas de reducir su nivel de actividad sin echar el cierre), no es cierto que este se haya dado durante la recuperación: las horas trabajadas menguaron cuando la economía destruía empleo, no cuando ha empezado a crearlo.
Así, el número de horas semanales trabajadas por el conjunto de ocupados totalizó en este segundo trimestre de 2018 los 646,3 millones: la cifra más elevada desde el segundo trimestre de 2010. Con respecto al mismo periodo de 2017, el incremento ha sido de 32,5 millones de horas: un 5,3% más (es decir, durante los últimos 12 meses, el número de horas trabajadas ha crecido bastante más que el número de trabajadores, pero se trata de una anormalidad estadística, dado que en el segundo trimestre de 2017 las horas trabajadas fueron anormalmente bajas por efectos estacionales); con respecto al segundo trimestre de 2014, la mejoría ha sido de 68,5 millones: un aumento del 11,8% (esto es, el mismo incremento que el número de trabajadores entre 2014 y 2018). En definitiva, el reparto de horas trabajadas ha sido escaso durante la recuperación, algo que también podemos comprobar analizando la evolución de los empleos a tiempo parcial.
Parcialidad no deseada
De los 530.000 empleos creados en los últimos 12 meses, apenas 29.600 fueron empleos a tiempo parcial. De este modo, en la actualidad, hay 2,9 millones de ocupados a tiempo parcial sobre un total de 19,3 millones: el 15% del total. Esta tasa de parcialidad es ligeramente inferior a la que había hace un año (15,2%) y significativamente menor a la que prevalecía en el segundo trimestre de 2014 (16,4%), aunque todavía se halla bastante por encima de la existente en el segundo trimestre de 2011 (13,9%).
En realidad, sin embargo, estas cifras no son realmente informativas. Hay trabajadores a tiempo parcial que escogen voluntariamente una jornada laboral reducida: lo que realmente debería preocuparnos es cuántos trabajadores ocupan un empleo a tiempo parcial porque son incapaces de encontrar un empleo a jornada completa. Y, de acuerdo con el INE, esta cifra fue de 1,57 millones en el segundo trimestre de 2018, una reducción de 88.000 trabajadores con respecto al año anterior. Así las cosas, la tasa de ‘parcialidad no deseada’ es hoy del 8,1% del total de ocupados, inferior al 8,8% de hace un año y al 10,3% de hace cuatro años, pero todavía superior al 7,4% del segundo trimestre de 2011.
Temporalidad
Por último, de los 567.000 empleos por cuenta ajena creados durante este año, 151.000 han sido temporales (es decir, 416.000 han sido indefinidos). De esta manera, la tasa de temporalidad se ubica en el 26,8% de los asalariados: el mismo porcentaje que hace 12 meses. Para muchos, la reforma laboral es la responsable última de esta altísima temporalidad, pero nada más lejos de la realidad.
En la actualidad, la tasa de paro es del 15,28%. En los últimos 30 años, ha habido otros dos segundos trimestres del año con una tasa de paro similar a la actual: el segundo trimestre de 1999 (tasa de paro del 15,49%) y el segundo trimestre de 1991 (tasa de paro del 15,88%). Pues bien, en el primer caso, la tasa de temporalidad era del 32,8% y en el segundo, del 32%. En ambas fechas, pues, se trató de una tasa de temporalidad mucho más elevada que la actual. La temporalidad es un problema, sí, pero no es un problema causado por la reforma laboral sino por la dualidad regulatoria de nuestro mercado de trabajo.
En cualquier caso, que hayamos creado más de medio millón de empleos sin abusar sobreproporcionalmente del trabajo temporal es una buena noticia dados nuestros históricos antecedentes al respecto.
En definitiva, el mercado laboral español se ha comportado razonablemente bien durante los últimos 12 meses: alta creación de empleo, reducción de la parcialidad no deseada y estabilización de la temporalidad. Derogar a estas alturas la reforma laboral para sustituirla por otra normativa que acreciente la dualidad y la rigidez de las relaciones laborales constituiría un torpe y doloroso error.