Que el Gobierno se esconda bajo la excusa de que otros lo hacen peor solo demuestra que su objetivo no es la mediocridad.
“I started a joke which started the whole world crying; oh if I’d only seen that the joke was on me” Barry Gibb
Un país no se puede permitir perder la credibilidad internacional. Es un factor esencial para la estabilidad, el crecimiento y la creación de empleo. Y esta semana la credibilidad de España se ha puesto en entredicho de manera muy importante.
España es el único país de la OCDE que se enfrenta a los riesgos de ralentización global de 2019 con la amenaza por parte del gobierno de la mayor subida de impuestos de los últimos cuarenta años y un aumento desbocado del gasto corriente. El único. Un elemento diferenciador del que nadie debería estar orgulloso, y que cercena crecimiento, inversión y empleo potencial.
Adicionalmente, Bruselas, la OCDE y el Fondo Monetario Internacional han dado tres varapalos a las medidas de la coalición de la recesión, PSOE-Podemos. Lo más triste de esa triple tarjeta roja está en los detalles. Bruselas constata que los presupuestos de 2019 incrementan el gasto corriente más del triple de lo recomendado por la Unión Europea y que están basados en ingresos inflados y con medidas que no existen aún en realidad. Es patético que el presupuesto de España se presente con cifras imposibles para cuadrar y muy peligroso que el ejecutivo se creyera que eso iba a “colar”. Volvemos a la política de esperar que no pase nada hasta que se constate el incumplimiento, como en 2011 cuando ¡en noviembre! El Gobierno repetía sin cesar que el objetivo de déficit se cumpliría y lo sobrepasaron en casi 30.000 millones de euros.
Nos dicen que los presupuestos de España han recibido una carta similar a otros países y a la de otros años. Primero, es incorrecto. Ninguna de esas cartas constata la imposibilidad de los ingresos anunciados ni mucho menos que vienen de medidas no aprobadas. Segundo, el presupuesto italiano al menos tiene la honestidad de reconocer el aumento del déficit y no incluye un brutal hachazo fiscal a empresas y familias. Los de Francia, Portugal o Eslovenia no solo no incluyen enormes subidas de impuestos con estimaciones de ingresos falsas, sino que en el cálculo de ingresos y gastos ponen partidas que están todas (TODAS) ya aprobadas. El de España es un juego infantil de ingeniería contable con medidas sin aprobar para dar un resultado falaz.
Lo peor es que nos lo intenten justificar diciendo que el gobierno anterior también incumplió. Porque es falso, pero sobre todo, porque si esos presupuestos de otros años fueron medianamente optimistas con respecto a la ejecución final, en estos se multiplican los errores que disparan el déficit estructural y que comentamos en esta columna (¿Austeridad? ¿Qué Austeridad? ).
La OCDE constata una rebaja de estimaciones de crecimiento y el Fondo Monetario Internacional alerta sobre los riesgos a corto y medio plazo, como ya explicamos aquí.
La pérdida de credibilidad es pública y notoria, y muy dañina para todos los ciudadanos españoles.
No solo se ha duplicado la prima de riesgo. El coste del seguro por riesgo de impago de España a dos años, el Credit Default Swap, se ha disparado a máximos del año, y la excusa de que es algo que le pasa a toda la Unión Europea es falso. Cuando España estaba despegándose del riesgo de Italia, Portugal o Grecia, hemos pasado a que los indicadores de riesgo suban al unísono y en varios días más que los de esos países.
La complacencia del Gobierno con estas malas noticias es aterradora. Un Gobierno que no busca resaltar por hacer las cosas mejor, crecer más y crear más empleo, sino que se felicita porque nos suspenden “como a otros” –aunque sea incierto- y nuestro riesgo se dispara “como el de otros”. La felicidad en la mediocridad.
Lo peor de las estimaciones de la OCDE, Bruselas o el Fondo Monetario Internacional es la pérdida de credibilidad y la sensación de que el gobierno ve los indicadores económicos como el que ve pasar el tren, sin ninguna voluntad de fortalecer el crecimiento.
¿Se desacelera la contratación? Se anuncia la eliminación de las bonificaciones a la contratación. ¿Se constata la ralentización y la evidencia del incumplimiento en los presupuestos? Se ponen mayores escollos anunciando globos sonda ridículos.
Pero además, lo que el gobierno esconde de esas tarjetas rojas de la OCDE, el FMI y Bruselas es que están presentadas con una enorme diplomacia. Es decir, que no es que sean duros y malvados, es que son extremadamente optimistas y hacen sus análisis desde una posición constructiva, esperando que el gobierno reaccione.
Que el Gobierno se esconda bajo la excusa de que otros lo hacen peor solo demuestra que su objetivo no es la excelencia, sino la mediocridad. Y que, como siempre, ignoran las señales de alarma para lanzarse al precipicio acelerando.