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Trump derrota a Trump

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Donald Trump no es ni puede ser Ronald Reagan, aunque hable de bajar los impuestos y desregular la economía.

«Usted le está diciendo al enemigo todo lo que planea hacer. No me extraña. Ha estado luchando contra el ISIS toda su vida». Estas palabras de Donald Trump resumen eficazmente lo que fue el debate de anoche. Trump, en una muestra chocante de desconocimiento, falta de preparación y gusto por los juegos retóricos, situó el nacimiento del ISIS al menos en 1965, año en el que Hillary Clinton (entonces una republicana de Chicago) cumplió los 18 años. Cinco décadas se ha adelantado Trump en el origen del ISIS, que, puede decirse, es el principal enemigo de su país.

Trump, con su gesto torcido y su pelo en equilibrio inestable, ha ido mucho más lejos de lo que muchos (entre los que me encuentro) hemos podido prever. Se ha impuesto al Partido Republicano como candidato y tiene opciones reales de convertirse en el 45º presidente de los Estados Unidos. Ha destrozado los manuales de política estadounidense. Nos ha hecho recordar que en la historia de aquel país lo más improbable puede convertirse en inevitable. Pero si algo ha demostrado este debate es que Trump es víctima de sus evidentes carencias y los grotescos rasgos de su carácter.

No. El ISIS no nació en los años 60. Pero no fue la única muestra de que Trump tuvo ayer la categoría de un aspirante en una competición del club de debate de la universidad. Dijo que la organización no habría prosperado si hubiesen dejado 10.000 tropas, lo cual es muy optimista. Ha repetido que los EEUU deberían haberse quedado con el petróleo de aquel país, lo que supondría subvertir el derecho internacional y crear graves problemas diplomáticos y de imagen a EEUU. Puso en duda la responsabilidad de Rusia en ciertos ataques informáticos, lo que deja entrever que sus filias o fobias le pueden situar fácilmente fuera de la realidad, y nublar su juicio.

En otras materias también dijo alguna que otra tontería. Como, por ejemplo, que China compite con una moneda devaluada, lo cual ha dejado de ser cierto hace ya mucho tiempo. O que Ford se lleva los empleos a Méjico, cuando lo único que ha hecho es crear (unos pocos) allí, sin destruir ninguno en su país. Se ha hecho un lío entre el déficit comercial y el de bienes manufacturados. Dijo que el crimen había aumentado en su ciudad, Nueva York, y Clinton le respondió que ocurría todo lo contrario, como así es.

Lo peor de todo ello no son los propios errores, sino el hecho de que muestran a un hombre que no tiene ni la inteligencia ni la humildad de prepararse adecuadamente para una contienda de este calibre. Y esto es sólo un debate. Si gana las elecciones va a tener que confiar en expertos que tienen un conocimiento más profundo y un juicio más sutil que él. Pero su personalidad, y las bases de su popularidad, se asienta sobre la pretensión de que él cuenta con el arrojo de sobreponerse a lo que digan los demás y llevar a cabo su visión de las cosas. Ronald Reagan demostró que se puede ser un buen presidente, con una visión clara de cómo debe mejorar tu país y el mundo, y confiar para todo lo que quede por debajo de esas ideas en la poderosa maquinaria del Gobierno federal. Pero Donald Trump no es ni puede ser Ronald Reagan, aunque hable de bajar los impuestos y desregular la economía.

A Hillary Clinton le ha bastado demostrar que sabe de lo que habla, sonreír y dejar que su rival se retrate para quedar por encima. Es la candidata a la presidencia más corrupta de la historia de los Estados Unidos, y Donald Trump no ha sabido aprovechar esa debilidad. Hillary le ha acusado de postularse a la Casa Blanca para bajarse a sí mismo los impuestos, y Trump no ha sabido qué responder. Ella le acusa, sin pruebas, de no pagar impuestos, y él responde que manzanas e inspectores fiscales traigo.

Sólo ha ganado algo de efecto cuando ha hablado de economía, aunque sólo sea porque Clinton tiene poco que decir, y cuando ha acusado a los «políticos» de no hacer nada frente a los problemas de la gente. Pero ni ha aprovechado a fondo su populismo ni ha ganado puntos como candidato presidencial.

Hasta el debate, Donald Trump había logrado achicar las distancias con la candidata demócrata. Los estados cuyo voto puede decantarse de un lado u otro y, por tanto, deciden la elección dejan de mostrar una gran ventaja a Hillary. FiveThirtyEight, uno de los medios más interesantes de EEUU, otorga una creciente probabilidad de victoria al candidato del GOP, aunque esté todavía por debajo. Pero los primeros debates suelen favorecer al candidato que está por detrás, y él ha perdido esta oportunidad. Pronto veremos las consecuencias en las encuestas.

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