Estos delincuentes acosan y derriban cuentas concretas de personas que no piensan como ellos.
A estas alturas, muchas de las personas que me leen saben lo mío con Twitter. La semana pasada, Twitter España decidió suspender mi cuenta (@godivaciones) porque había sido denunciada por incitar a la violencia. El detonante fue una anécdota sin importancia tuiteada con absoluta inocencia por mi parte, que fue aprovechada por las hienas y los buitres de la red. Personalmente, me siento muy halagada porque alguien me dedique tanto tiempo sin ser yo una persona popular que sale en televisión ni en radio desde hace años. Me gustan mucho los medios, pero apenas tengo tiempo.
Los hechos, sin extenderme, no fueron gran cosa. Mis alumnos de primer curso (los mejores de la galaxia, tengo que decirlo), agobiados por el examen del día siguiente, trataron de excusarse con la huelga escolar contra la violencia en las aulas para pedirme que retrasara el examen. Eso está feo. La violencia en las aulas es un problema muy serio. Ya se lo he dicho. Pero el tema es otro: la dejación de responsabilidad por su parte y el consiguiente intento de escaqueo. Yo, con dieciocho años, habría actuado exactamente como ellos. Lo reconozco: la insensatez es un mal del que creo que no he acabado de curarme. Pero se presentaron los treinta, menos dos despistados, con su mejor actitud. El martes, la víspera del examen, tuiteé el frustrado intento de mis alumnos, sin darle gravedad, en tono jocoso. Y se montó la mundial.
Creo que la cosa en Twitter fue creciendo hasta el punto de pedir públicamente que se me demande al Ministerio o a quien corresponda. Una completa majadería. Aunque me atacaron por machista (soy feminista libertaria aunque escueza a muchos), por reprimir la libertad de expresión de mis alumnos y por ser el toro que mató a Manolete, también recibí mucho apoyo, cariño, llamadas, mensajes de personas desconocidas, medio conocidas, amigos de toda la vida, de dentro y fuera de España. Tengo que agradecer de nuevo a todos ellos el respaldo ofrecido. Espero ser merecedora de su generosidad.
Twitter España no hizo mal. La suspensión se produce cuando un algoritmo, tras una denuncia, detecta que hay tuits que incitan a la violencia. Y funcionó a la perfección. Efectivamente tenía tuits en los que decía cosas como esta: «Un día te presento a Carlota… te mueres de risa».Carlota es mi hija y se lo envié a mi amiga Gabriela (@gamalfer, otra damnificada por este escándalo de cuentas suspendidas). Quienes me expresaron su decepción por no irme de Twitter tras lo que para ellos es una humillación no entendieron que no soy tonta y no me voy a quedar sin hacer nada. Entiendo cuál es el problema de fondo que tiene como resultado algo tan absurdo como la suspensión de una cuenta en las condiciones en las que lo fue la mía, o la de muchos otros. No he sido la única ni seré la última. Pero tal vez sí soy parte de la punta del iceberg, de lo que se ve de un problema mucho mayor: hay un fallo de seguridad en Twitter que está permitiendo que personas acosen y derriben maliciosamente otros perfiles de esta red social. Desde mi punto de vista, hay varias cuestiones a considerar. Uno, el fallo de seguridad que permite a los piratas acceder al correo electrónico de perfiles de Twitter y suplantar la identidad. Eso es un delito. Solamente por esa razón, Twitter España debería tomar medidas urgentes para no amparar un delito informático.
Además, hay una intencionalidad. Estos delincuentes acosan y derriban cuentas concretas de personas que no piensan como ellos. Yo me declaro firme defensora de la libertad de expresión. No me gusta la censura ni a raperos que aplauden a asesinos, ni a la gentuza que se retrata apoyando a partidos que albergan etarras, ni a quienes defienden una ideología nazi que me repugna. Creo que es responsabilidad mía, y de la sociedad civil, defender con palabras y con actos de repudio esas aberraciones. Así que entiendo que Twitter permita a Garzón o a Rufián o a quien sea decir barbaridades. También me deja a mí decirle a Gabriela que si le presento a Carlota se muere de risa. Pero manteniendo este sistema de denuncias anónimas regulada por un algoritmo, Twitter está permitiendo que le roben lo que la misma Nathalie Picquot defiende públicamente: la confianza de los usuarios. Ella fue quien animaba, hace pocos meses, a denunciar y bloquear porque según sus palabras «queremos garantizarles las herramientas necesarias para controlar su experiencia frente a aquellos cuya intención es lastimar». Estimada Nathalie, necesitamos mejores herramientas. Twitter está siendo invadido por suplantadores de identidad y por censores. Te leo y entiendo que ese no es el espíritu que quieres en tu empresa.
Por eso es bueno saber que ya hay personas en marcha que están trabajando para denunciar esta situación frente a la Federal Communication Commission de Estados Unidos, ante la cual ya han presentado un requerimiento en virtud de la Freedom of Information Act. En concreto es la asociación Apedanica la que, además, ha solicitado oficialmente a la directora y al representante legal de Twitter España que faciliten información y colaboren en la identificación de estos delincuentes. Esto no es cosa de ayer, al parecer Twitter España conoce los hechos desde el 1 de octubre cuando Apedanica lo puso en su conocimiento en audiencia pública en el Juzgado de lo Civil de Madrid. De momento, Twitter.com ha abierto dos expedientes (Case# 0098420021 y Case# 0098420019) a los que habrá que seguir la pista.
Me decía César Calderón (sí señores, tengo amigos tuiteros socialistas) que la participación política online y la conversación en las redes tienen un serio problema con las minorías organizadas, que apoyándose en su fuerte militancia pueden secuestrar la agenda de los espacios de debate usando todo tipo de estrategias. Gran verdad. Es el fin del diálogo.