Un vecino no tiene por qué conocer el estado de las cuentas de otro. Da igual que la Autoridad Garante de la Protección de Datos Personales ordenara que se dejara de dar esa información; el daño estaba hecho. Muchos han podido ver la información y buena parte ya estará disponible en otros sitios web y redes P2P.
Para más desfachatez, el responsable de la publicación, un tal Vincenzo Visco, calificó la medida como "un hecho de transparencia, de democracia". De democrático y transparente no tiene nada. El tener un cargo público no te otorga el derecho a contar las intimidades de los ciudadanos, y dentro de esta categoría se incluye la declaración de la renta. Es un abuso de poder intolerable. Y lo peor es que los ahora expulsados del poder lo saben, como lo demuestra el hecho de que hayan esperado a publicar estos datos después de las elecciones para "evitar polémicas", es decir, perder votos.
Ya no sólo es que el Estado no tenga derecho a ofrecer a cotillas de todo tipo la declaración de la renta de los contribuyentes debido a que pertenece a su intimidad. Además, los politicastros han dado una valiosísima información que puede ser utilizada por todo tipo de delincuentes a la caza y captura de víctimas. Los secuestradores, timadores, ladrones y demás ralea han visto facilitado su trabajo de encontrar a personas con dinero suficiente como para que les merezca más la pena hacerlas objeto de sus fechorías. Como si los ciudadanos no tuvieran suficiente con que el Estado esté robándoles todos los días a través de los impuestos.
Y no sólo eso. Imaginen también la magnífica base de datos que han puesto a disposición de bancos a la caza y captura de potenciales clientes de grandes cuentas o de empresas que ofrecen productos de un precio elevado. Los amigos de la transparencia y la democracia les han ofrecido los datos necesarios para que los machaquen a base de publicidad telefónica, por correo electrónico y otras vías. Miles de personas ya pueden decirle adiós a la tranquilidad. Y encima, seguramente el Estado italiano persiga a las empresas privadas que vendan datos con información similar. Menuda hipocresía.
Lo peor del caso es que, en el caso de que las denuncias contra esta violación de la intimidad prosperen, quienes pagarán la indemnización serán las propias víctimas con sus impuestos. El sueño de los capos mafiosos. Pobres italianos: primero les roban con los impuestos, luego violan su intimidad y posiblemente terminen condenados a pagar por el hecho de que el Estado los haya convertido en víctimas.