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Un plan sencillo para salir de la crisis

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Tim Evans y otros reformistas británicos le propusieron medidas cuya descripción no excedía de una página. Valga lo mismo para enumerar las medidas necesarias para salir de la crisis. Lisa y llanamente.

La prioridad es reducir el déficit, dicen todos. Comencemos por revitalizar la economía. Uno a uno, levantemos los grilletes que aún quedan en forma de trabas a la apertura de empresas y a lo que hacen: regulaciones medioambientales, las mínimas. Que quepan en uno o dos folios a dos espacios. Las regulaciones de seguridad de los productos que sea privada. La marca que quiera contratar un servicio de calidad, que lo pague, y la que no tenga esa estrategia comercial, que se lo ahorre.

Desaparezcan las licencias y permisos, que sólo benefician a los políticos y no cumplen ninguna función social. Horarios y condiciones de oferta, las que elijan los oferentes, que ya están los consumidores para elegir, entre éstos, lo que más les convenga. La relación entre empresario y trabajador será la que libremente acuerden entre ambas partes, sin más protección para ambos que los códigos civil y mercantil. Desatada la producción, los ingresos del Estado sólo pueden crecer.

Impuestos: un único tipo marginal que grave todo ingreso no destinado al ahorro, y valga eso para familias y empresas. La declaración de la renta de Telefónica y la de cualquier hogar sería formalmente idéntica. A partir del tipo general, que cada Comunidad Autónoma sume su propio tipo marginal, que le darán los únicos ingresos con los que financie los servicios que decida ofrecer. Así competirán por ofrecer mejores servicios al menor impuesto, en lugar de alimentar los particularismos con quejumbrosas justificaciones insolidarias. De paso acabamos con el nacionalismo como problema político.

Sigamos, que hoy vamos a batir un récord. Nada de reformar las pensiones. Aquí la reforma consiste siempre en ajustar lo que se paga a lo que se puede pagar, y como es un timo de base piramidal, cada vez habrá que pagar más para recibir menos del sistema. Así que acabemos con él. Los que quieran, que se aferren al viejo sistema y los demás que se apunten al nuevo, en que las cotizaciones se ahorran en una cuenta privada. Los nuevos cotizantes, todos, entrarán en el sistema privado. Tarda dos décadas o más, pero acabamos con el problema y favorecemos el ahorro, el progreso, y la entrada de los trabajadores en el mundo capitalista.

Para la sanidad y la educación bien me gustaría a mí acabar con la oferta pública, pero valga la solución intermedia del cheque escolar para las aulas y un cheque sanitario para los servicios de salud. Adiós a las subvenciones, que aparte de establecer clientelismos no ofrecen función social alguna.

Adiós a los puestos permanentes en la Administración. Que los puestos desaparezcan a los ocho años como mucho, y que sólo se puedan renovar una vez. Que los presupuestos se aprueben en dos tiempos: uno en marzo, que fijará el nivel de gasto y la previsión de ingresos, y otro en septiembre, en el que se decidirá qué parte de ese gasto, ya intocable, se destina a qué partida. Y un programa ambicioso de privatizaciones y venta de haberes públicos.

La última medida es la que prometió el gobierno de Ucrania y no se atrevió a llevar a la práctica: la eliminación del ministerio de Economía. Ganaríamos todos, menos los periodistas especializados en política, que acabarían por aburrirse, y los propios políticos. Y todo en un solo año de reformas, que no hace falta más. ¿Alguien se apunta?

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