Skip to content

Una buena pira de libros

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

La orden del juzgado se refiere a varios ejemplares que no había vendido la Librería Europa y que tiene en su poder. Incluyen el Autorretrato de un fascista, de León Degrelle, o Mi Lucha, de Adolf Hitler.

El juzgado ofrece sus buenas razones. Una de ellas es que el contenido de esos 17 libros es "denigrante para el pueblo judío y otras minorías étnicas, mujeres, homosexuales y personas con algún tipo de homosexualidad", matiz este último que debe de ser muy relevante para el contenido de las 17 obras. Claro que por los mismos motivos deberían echarse a la pira todos los ejemplares de varias ediciones de algunos de los periódicos más relevantes españoles. El delito debe de ser mantener esas ideas y hacerlo en formato de libro.

Otra de las razones es que esas obras defendían el genocidio. No conozco la selección hecha por el juzgado, que seguramente habrá resuelto la cuestión metodológica de qué es genocidio y en qué consiste su defensa. Pero 17 títulos me parecen pocos. O bien la venta de libros que defienden el genocidio es delito sólo si lo hace la Librería Europa, o bien la selección es arbitraria. El nacional socialismo no tiene la exclusiva del genocidio. Según el criterio puramente cuantitativo, en decenas de millones de muertos, que es la unidad de cuenta de los crímenes socialistas, el comunismo tiene más títulos para identificarse con el genocidio. ¿Tendremos que quemar también los libros que alientan el comunismo?

Además, desde el punto de vista de la eficacia, la quema de libros no resulta especialmente útil. Es evidente que esos dos mil ejemplares sólo servirán para desprender un poco de calor. Si uno quiere leer esas obras, no tendrá más que acercarse, por ejemplo, a la Casa del Libro o a muchas otras librerías para adquirir Mi Lucha. O acudir a la venta de segunda mano. O a páginas web que reproduzcan estos libros, como Radio Islam.

Por otro lado, no hay una correspondencia exacta entre la lectura de un libro y la acción. Uno no lee El Manifiesto Comunista y se lanza a la revolución con un bidón de gasolina y un mechero. Se puede tener simple curiosidad por las ideas que uno no conoce o no comparte. O puede uno estudiar ideas que le parecen aberrantes para estar bien pertrechado de argumento cuando vuelvan a aparecer, aunque sea con otros nombres. O para evitar caer en sus mismas miserias, como por ejemplo la de quemar libros, muy del gusto de los nazis.

La defensa de la libertad de expresión es así. Te coloca en la posición de defender los derechos de las personas política o moralmente más abyectas. Pero o se reconoce la libertad de expresión de todos o si permitimos que alguien se arrogue la facultad de decidir qué puede publicarse y qué no, acabaremos emulando a quienes comenzamos a prohibir.

Más artículos

Perro no come perro

De todos los descréditos a lo que Pedro Sánchez ha sometido el Estado de derecho, las instituciones o el mero poder estatal con tal de mantenerse en el poder, sin