La primera es que los liberales siempre hemos tenido razón abogando por la abolición de cualquier institución que pretenda regular la economía. La tiranía de las buenas intenciones sólo es la supremacía de la oligarquía política a expensas de las acciones descentralizas del hombre libre. Una sociedad que pretende encontrar su bienestar por medio de la imposición de la ley es una sociedad que jamás podrá funcionar bien ni conforme al principio de libertad y prosperidad.
La segunda, que las acciones humanas son infinitamente más complejas de lo que parecen y que los grandes salvadores de nuestras penas no son más que charlatanes y oportunistas que no hacen más que vendernos sueños que jamás van a cumplir ni tienen intención de convertirlos en realidad.
La CNMV, con casi 20 años a sus espaldas, jamás ha evitado un escándalo, ni ha mejorado la trasparencia del mercado, ni ha hecho tal cosa abstracta como velar por la buena formación de los precios. Lo cierto es que ha sido más bien al revés; la CNMV siempre se ha visto envuelta en un profundo obscurantismo, ha sido protagonista de venganzas políticas, decisiones partidistas y ha hecho cerrar a muchas empresas honestas con leyes que sólo tenían por misión aumentar los costes a las pequeñas firmas, los famosos "chiringuitos financieros", para reducir la competencia a las grandes compañías financieras. Corporativismo de libro. En los noventa a esto se le llamó "capitalismo de amiguetes", pero cuando esta forma de gestión política nació en la Italia de los años veinte se le llamaba economía del fascismo, esto es, el mantenimiento y organización de un mercado controlado por el Estado y sus instituciones.
A esto hemos de sumar los beneficios de la rentable extorsión al libre mercado, auténtica razón de la existencia de estas instituciones de control que a los políticos siempre se les olvida mencionar. En el año 2005, la CNMV obtuvo unos resultados positivos de 24,5 millones de euros, de los que la mitad terminó en las arcas del Estado. No está nada mal para una organización que no produce absolutamente nada.
Si algo deberíamos haber aprendido de la lección de Endesa es que la unión entre el Gobierno omnipotente y sus instituciones de fiscalización a la libertad sólo conducen al despotismo de la oligarquía política y al beneficio económico de sus grandes aliados. En el caso de Endesa, éstos han sido la eléctrica semipública Enel y la privada Acciona, muy próxima al entramado PSOE-PRISA y que ya acumula unos beneficios superiores a los mil millones de euros con esta operación. ¿Aún cree que si la CNMV u órganos como la Comisión Nacional de Energía (CNE) no hubiesen existido la situación habría sido peor? El Gobierno ya es de por sí suficiente molesto para la economía; no deberíamos permitir que monte organismos extra para crearnos más dificultades y problemas.